C. MARXCRITICA
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NOTA DEL EDITOR
La presente versión de la Crítica del programa de Gotha ha sido realizada en base a diversas ediciones en lengua castellana y confrontada con el original.
PROLOGO DE F. ENGELS |
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CARTA DE C. MARX A W. BRACKE (5 de mayo de 1875) |
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GLOSAS MARGINALES AL PROGRAMA DEL PARTIDO OBRERO |
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F. ENGELS SOBRE EL PROGRAMA DE GOTHA | ||
CARTA A AUGUSTO BEBEL (18-28 de marzo de 1875) |
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ANEXOS | ||
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Programa del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (Aprobado en Eisenach en 1869) Programa del Partido Obrero Alemán (Proyecto) |
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CRITICA DEL
PROGRAMA DE GOTHA[1]
Escrito por C. Marx desde |
Originalmente escrito en |
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El manuscrito que aquí publicamos -- la crítica al proyecto de programa y la carta a Bracke que la acompaña -- fue enviado a Bracke en 1875, poco antes de celebrarse el Congreso de unificación de Gotha[2], para que lo transmitiese a Geib, Auer, Bebel y Liebknecht y se lo devolviera luego a Marx. Como el Congreso del Partido en Halle[3] había colocado en el orden del día la discusión del programa de Gotha, me parecía cometer un delito hurtando por más tiempo a la publicidad este importante documento -- acaso el más importante de todos -- sobre el tema que iba a ponerse a discusión.
   
Pero este trabajo tiene, además, otra significación de mayor alcance aún. En él se expone por primera vez, con claridad y firmeza, la posición de Marx frente a la tendencia trazada por Lassalle desde que se lanzó a la agitación, tanto en lo que atañe a sus principios económicos como a su táctica.
   
El rigor implacable con que se desmenuza aquí el proyecto de programa, la inexorabilidad con que se expresan los resultados obtenidos y se ponen de relieve los errores del proyecto, todo esto, hoy, a la vuelta de quince años, ya no hiere
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más a nadie. Lassalleanos especificos ya sólo quedan en el extranjero como ruinas aisladas, y el programa de Gotha ha sido abandonado en Halle, como absolutamente insatisfactorio, incluso por sus propios autores.
   
A pesar de esto, he suprimido algunas expresiones y juicios duros sobre personas, allí donde carecían de importancia objetiva, y los he sustituido por puntos suspensivos. El pro pio Marx lo haria así, si hoy publicase el manuscrito. El lenguaje violento que a ratos se advierte en él obedecia a dos circunstancias. En primer lugar, Marx y yo estábamos más estrechamente vinculados con el movimiento alemán que con ningún otro; por eso, el decisivo retroceso que se manifestaba en este proyecto de programa tenía por fuerza que irritarnos muy seriamente. En segundo lugar, nosotros nos encontrábamos entonces -- pasados apenas dos años desde el Congreso de La Haya de la Internacional[4] -- en la más enconada lucha contra Bakunin y sus anarquistas, que nos hacían res ponsables de todo lo que ocurría en el movimiento obrero de Alemania; era, pues, de esperar que nos atribuyesen también la paternidad secreta de este programa. Estas con sideraciones ya no tienen razón de ser hoy, y con ellas desa parece también la necesidad de los pasajes en cuestión.
   
Algunas frases han sido sustituidas también por puntos, a causa de la ley de prensa. Cuando he tenido que elegir una expresión más suave, la he puesto entre paréntesis cuadrados. Por lo demás, reproduzco literalmente el manuscrito.
Londres, 6 de enero de 1891
F. Engels
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Londres, 5 de mayo de 1875
Querido Bracke:
   
Le ruego que, después de leerlas, transmita las adjuntas glosas críticas marginales al programa de coalición a Geib, Auer, Bebel y Liebknecht, para que las vean. Estoy ocupa disimo y me veo obligado a rebasar con mucho el régimen de trabajo que me ha sido prescrito por los médicos. No ha sido, pues, ninguna "delicia" para mí, tener que escribir una tirada tan larga. Pero era necesario hacerlo, para que luego los amigos del Partido a quienes van destinadas esas notas no interpreten mal los pasos que habré de dar por mi parte.
   
El caso es que, después de celebrado el Congreso de unificación, Engels y yo haremos pública una breve declaración haciendo saber que nos es del todo ajeno dicho programa de principios y que nada tenemos que ver con él.
   
Es indispensable hacerlo así, pues en el extranjero se tiene la idea, absolutamente errónea, pero cuidadosamente fomentada por los enemigos del Partido, de que el movimiento del
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llamado Partido de Eisenach[5] esta secretamente dirigido desde aquí por nosotros. Todavía en un libro que ha publicado hace poco en ruso, Bakunin, por ejemplo, me hace a mi responsable, no sólo de todos los programas, etc., de ese partido, sino de todos los pasos[6] dados por Liebknecht desde el día en que inicío su cooperación con el Partido Popular[7].
   
Aparte de esto, tengo el deber de no reconocer, ni siquiera mediante un silencio diplomático, un programa que es, en mi convicción, absolutamente inadmisible y desmoralizador para el Partido.
   
Cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas. Por lo tanto, si no era posible -- y las circunstancias del momento no lo consentian -- ir más allá del programa de Eisenach, habría que haberse limitado, simplemente, a concertar un acuerdo para la acción contra el enemigo común. Pero, cuando se redacta un programa de principios (en vez de aplazarlo hasta el momento en que una más prolongada actuación conjunta lo haya preparado), se colocan ante todo el mundo los jalones por los que se mide el nivel del movimiento del Partido. Los jefes de los lassalleanos vinieron porque a ello les obligaron las circunstancias. Y si desde el primer momento se les hubiera hecho saber que no se admitía ningún chalaneo con los principios, habrían tenido que contentarse con un programa de acción o con un plan de organización para la actuación conjunta. En vez de esto, se les consiente que se presenten armados de mandatos, y se reconocen estos mandatos como obligatorios, rindiándose así a la clemencia o inclemencia de los que necesitaban ayuda. Y para colmo y remate, ellos celebran un Congreso antes del Congreso de conciliación, mientras que el propio Partido reune el suyo post festum. Es obvio que con esto se ha querido escamotear toda crítica y no permitir que el pro-
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pio Partido reflexionase. Sabido es que el mero hecho de la unificación satisface de por sí a los obreros, pero se equivoca quien piense que este exito efimero no ha costado demasiado caro.
   
Por lo demás, aun prescindiendo de la canonización de los artículos de fe lassalleanos, el programa no vale nada.
   
Proximamente, le enviare a usted las últimas entregas de la edición francesa de El Capital. La marcha de la impresión se vio entorpecida largo tiempo por la prohibición del gobier no francés. Esta semana o a comienzos de la próxima quedará el asunto terminado. ¿Ha recibido usted las seis entregas anteriores? Le agradecería que me comunicase las señas de Bernhard Becker, a quien tengo que enviar también las últimas entregas[8].
   
La libreria del Volksstaat [9] obra a su manera. Hasta este momento, no he recibido, por ejemplo, ni un solo ejemplar de la tirada del "Proceso de los comunistas de Colonia"[10].
   
Saludos cordiales.
Suyo, pág. 8 [blank]
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Carlos Marx
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1. "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda
cultura, |
    Primera parte del párrafo: "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura".
    El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos los silabarios y sólo es cierta si se sobreentiende que el trabajo se efectúa con los correspondientes objetos y medios. Pero un programa socialista no debe per-
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mitir que tales tópicos burgueses silencien aquellas condiciones sin las cuales no tienen ningún sentido. En la medida en que el hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza. Los burgueses tienen razones muy fun dadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo esta condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso.
    Pero, dejemos la tesis, tal como está, o mejor dicho, tal como viene renqueando. ¿Que conclusión habría debido sacarse de ella? Evidentemente, ésta:
    "Como el trabajo es la fuente de toda riqueza, nadie en la sociedad puede adquirir riqueza que no sea producto del trabajo. Si, por tanto, no trabaja él mismo, es que vive del trabajo ajeno y adquiere también su cultura a costa del trabajo de otros".
    En vez de esto, se añade a la primera oración una segunda mediante la locución copulativa "y como ", para deducir de ella, y no de la primera, la conclusión.
    Segunda parte del párrafo: "El trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a traves de ella".
    Según la primera tesis, el trabajo era la fuente de toda riqueza y de toda cultura, es decir, que sin trabajo, no era posible tampoco la existencia de ninguna sociedad. Ahora,
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nos enteramos, por el contrario, de que sin sociedad no puede existir ningún trabajo "útil".
    Del mismo modo hubiera podido decirse que sólo en la sociedad puede el trabajo inútil e incluso perjudicial a la comunidad convertirse en una rama industrial, que sólo dentro de la sociedad se puede vivir del ocio, etc., etc.; en una palabra, copiar aquí a todo Rousseau.
    ¿Y que es trabajo "útil"? No puede ser más que el trabajo que consigue el efecto útil propuesto. Un salvaje -- y el hombre es un salvaje desde el momento en que deja de ser mono -- que mata a un animal de una pedrada, que amontona frutos, etc., ejecuta un trabajo "útil".
    Tercero. Conclusion: "Y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".
    ¡Hermosa conclusión! Si el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto del trabajo pertenecerá a la sociedad, y el trabajador individual sólo percibirá la parte que no sea necesaria para sostener la "condición" del trabajo, que es la sociedad.
    En realidad, esa tesis la han hecho valer en todos los tiempos los defensores de todo orden social existente. En primer lugar, vienen las pretensiones del gobierno y de todo lo que va pegado a él, pues el gobierno es el órgano de la sociedad para el mantenimiento del orden social; detrás de él, vienen las distintas clases de propiedad privada*, con sus pretensiones respectivas, pues las distintas clases de propiedad pri-
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vada son las bases de la sociedad, etc. Como vemos, a estas frases hueras se les puede dar las vueltas y los giros que se quiera.
    La primera y la segunda parte del párrafo sólo guardarían una cierta relación razonable redactándolas así:
    "El trabajo sólo es fuente de riqueza y de cultura como trabajo social", o, lo que es lo mismo, "dentro de la sociedad y a través de ella".
    Esta tesis es, indiscutiblemente, exacta, pues aunque el trabajo del individuo aislado (presuponiendo sus condiciones materiales) también puede crear valores de uso, no puede crear ni riqueza ni cultura.
    Pero, igualmente indiscutible es esta otra tesis:
    "En la medida en que el trabajo se desarrolla socialmente, convirtiéndose así en fuente de riqueza y de cultura, se desarrollan también la pobreza y el desamparo del que trabaja, y la riqueza y la cultura del que no lo hace".
    Esta es la ley de toda la historia hasta hoy. Así, pues, en vez de los tópicos acostumbrados sobre "el trabajo" y "la sociedad", lo que procedía era señalar concretamente como, en la actual sociedad capitalista, se dan ya, al fin, las condiciones materiales, etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa maldición social*.
    Pero de hecho, todo ese párrafo, que es falso lo mismo en cuanto a estilo que en cuanto a contenido, no tiene más finalidad que la de inscribir como consigna en lo alto de la ban dera del Partido el tópico lassalleano del "fruto íntegro del trabajo". Volveré más adelante sobre esto del "fruto del
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trabajo", el "derecho igual", etc., ya que la misma cosa se repite luego en forma algo diferente.
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2. "En la sociedad actual, los medios de trabajo son mo- |
    Así "corregida", esta tesis, tomada de los Estatutos de la Internacional, es falsa.
    En la sociedad actual, los medios de trabajo son monopolio de los dueños de tierras (el monopolio de la propiedad del suelo es, incluso, la base del monopolio del capital) y de los capitalistas. Los Estatutos de la Internacional no mencionan, en el pasaje correspondiente, ni una ni otra clase de monopolistas. Hablan de "los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de vida ". Esta adición: "fuentes de vida ", señala claramente que el suelo esta comprendido entre los medios de trabajo.
    Esta enmienda se introdujo porque Lassalle, por motivos que hoy son ya de todos conocidos, sólo atacaba a la clase capitalista, y no a los dueños de tierras. En Inglaterra, la mayoría de las veces el capitalista no es siquiera propietario del suelo sobre el que se levanta su fábrica.
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3. "La emancipación del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común de la sociedad y que |
    Donde dice "que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común", debería decir, indudablemente, "se conviertan en patrimonio común". Pero esto sólo de pasada.
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    ¿Que es el "fruto del trabajo"? ¿El producto del trabajo o su valor? Y en este último caso, ¿el valor total del producto, o sólo la parte de valor que el trabajo añade al valo de los medios de producción consumidos?
    Eso del "fruto del trabajo" es una idea vaga con la qu Lassalle ha suplantado conceptos económicos precisos.
    ¿Qué es "reparto equitativo"?
    ¿No afirman los burgueses que el reparto actual es "equitativo"? ¿Y no es éste, en efecto, el único reparto "equitativo" que cabe, sobre la base del modo actual de producción? ¿Acaso las relaciones económicas son reguladas por los conceptos jurídicos? ¿No surgen, por el contrario, las relaciones jurídicas de las relaciones económicas? ¿No se forjan también los sectarios socialistas las más variadas ideas acerca del reparto "equitativo"?
    Para saber lo que aquí hay que entender por la frase de "reparto equitativo", tenemos que cotejar este párrafo con el primero. El párrafo que glosamos supone una sociedad en la cual los "medios de trabajo son patrimonio común y todo el trabajo se regula colectivamente", mientras que en el párrafo primero vemos que "el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".
    ¿"Todos los miembros de la sociedad"? ¿También los que no trabajan? ¿Dónde se queda, entonces, el "fruto íntegro del trabajo"? ¿O sólo los miembros de la sociedad que trabajan? ¿Dónde dejamos, entonces, el "derecho igual" de todos los miembros de la sociedad?
    Sin embargo, lo de "todos los miembros de la sociedad" y "el derecho igual" no son, manifiestamente, más que frases. Lo esencial del asunto está en que, en esta sociedad comu-
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nista, todo obrero debe obtener el "fruto íntegro del trabajo" lassalleano.
    Tomemos, en primer lugar, las palabras "el fruto del trabajo" en el sentido del producto del trabajo; entonces, el fruto del trabajo colectivo será la totalidad del producto social.
    Ahora, de aquí hay que deducir:
    Primero: una parte para reponer los medios de producción consumidos.
    Segundo: una parte suplementaria para ampliar la producción.
    Tercero: el fondo de reserva o de seguro contra accidentes, trastornos debidos a fenómenos naturales, etc.
    Estas deducciones del "fruto íntegro del trabajo" constituyen una necesidad económica, y su magnitud se determinará según los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del cálculo de probabilidades, pero de ningún modo puede calcularse partiendo de la equidad.
    Queda la parte restante del producto total, destinada a servir de medios de consumo.
    Pero, antes de que esta parte llegue al reparto individual, de ella hay que deducir todavía:
    Primero: los gastos generales de administración, no concernientes* a la producción.
    Esta parte será, desde el primer momento, considerablemente reducida en comparación con la sociedad actual, e irá disminuyendo a medida que la nueva sociedad se desarrolle.
    Segundo: la parte que se destine a satisfacer necesidades colectivas, tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc.
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    Esta parte aumentará considerablemente desde el primer momento, en comparación con la sociedad actual, y seguirá aumentando en la medida en que la nueva sociedad se desarrolle.
    Tercero: los fondos de sostenimiento de las personas no capacitadas para el trabajo, etc.; en una palabra, lo que hoy compete a la llamada beneficencia oficial.
    Sólo después de esto podemos proceder al "reparto", es decir, a lo único que, bajo la influencia de Lassalle y con una concepción estrecha, tiene presente el programa, es decir, a Ia parte de los medios de consumo que se reparte entre los productores individuales de la colectividad.
    El "fruto íntegro del trabajo" se ha transformado ya, imperceptiblemente, en el "fruto parcial", aunque lo que se le quite al productor en calidad de individuo vuelva a él, directa o indirectamente, en calidad de miembros de la sociedad.
    Y así como se ha evaporado la expresión "el fruto íntegro del trabajo", se evapora ahora la expresión "el fruto del trabajo" en general.
    En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseida por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente. La expresión "el fruto del trabajo", ya hoy recusable por su ambiguedad, pierde así todo sentido.
    De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contra-
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rio, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede. Con gruentemente con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad -- después de hechas las obligadas deducciones -- exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consu mo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de esta bajo otra distinta.
    Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancias, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, por que bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercancias equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.
    Por eso, el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués, aunque ahora el principio y la práctica ya
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no se tiran de los pelos, mientras que en el regimen de intercambio de mercancias, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, y no en los casos individuales.
    A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.
    Pero unos individuos son superiores, fisica e intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duración o intensidad; de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un trabajador como los demás; pero reconoce, tacitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes individuales*, y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado ; por ejemplo, en el caso dado, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo de-
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más. Prosigamos: un obrero está casado y otro no; uno tiene más hijos que otro, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, uno obtiene de hecho más que otro, uno es más rico que otro, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual.
    Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.
    En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!
    Me he extendido sobre el "fruto íntegro del trabajo", de una parte, y de otra, sobre "el derecho igual" y "el reparto equitativo", para demostrar en qué grave falta se incurre, de un lado, cuando se quiere volver a imponer a nuestro Partido como dogmas ideas que, si en otro tiempo tuvieron un sentido, hoy ya no son más que topicos en desuso, y, de otro, cuando se tergiversa la concepción realista -- que tanto esfuerzo ha costado inculcar al Partido, pero que hoy está
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ya enraizada -- con patrañas ideológicas, jurídicas y de otro género, tan en boga entre los demócratas y los socialistas franceses.
    Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y poner en ella el acento principal.
    La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que esta dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verda dera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás?
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4. "La emancipación del trabajo tiene que ser obra de la clase obrera, frente a la cual todas las demás clases no forman mas que una masa reaccionaria ". |
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    La primera estrofa está tomada del preámbulo de los Estatutos de la Internacional, pero "corregida". Allí se dice: "La emancipación de la clase obrera tiene que ser obra de los obreros mismos"; aquí, por el contrario, "la clase obrera" tiene que emancipar, ¿a quien?, "al trabajo". ¡Entiéndalo quien pueda!
    Para indemnizarnos, se nos da, a título de antistrofa, una cita lassalleana del más puro estilo: "frente a la cual (a la clase obrera) todas las demás clases no forman más que una masa reaccionaria ".
    En el Manifiesto Comunista se dice: "De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar".
    Aquí, se considera a la burguesía como una clase revolucionaria -- vehículo de la gran industria -- frente a los senores feudales y a las capas medias, empeñados, aquéllos y éstas, en mantener posiciones sociales que fueron creadas por formas caducas de producción. No forman, por tanto, juntamente con la burguesía, una masa reaccionaria.
    Por otra parte, el proletariado es revolucionario frente a la burguesía, porque habiendo surgido sobre la base de la gran industria, aspira a despojar a la producción de su carácter capitalista, que la burguesía quiere perpetuar. Pero el Manifiesto añade que las "capas medias . . . se vuelven revolucionarias cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado".
    Por tanto, desde este punto de vista, es también absurdo decir que frente a la clase obrera "no forman más que una
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masa reaccionaria", juntamente con la burguesía e incluso con los señores feudales.
   
¿Es que en las últimas elecciones[11] se ha gritado a los artesanos, a los pequeños industriales, etc., y a los campesinos: Frente a nosotros, no formáis, juntamente con los burgueses y los seinores feudales, más que una masa reaccionaria?
   
Lassalle se sabía de memoria el Manifiesto Comunista, como sus devotos se saben los evangelios compuestos por él. Así, pues, cuando lo falsificaba tan burdamente, no podía hacerlo más que para cohonestar su alianza con los adversarios absolutistas y feudales contra la burguesía.
   
Por lo demás, en el párrafo que acabamos de citar, esta sentencia lassalleana está traída por los pelos y no guarda ninguna relación con la manoseada cita de los Estatutos de la Internacional. El traerla aquí, es sencillamente una impertinencia, que seguramente no le desagradará, ni mucho menos, al señor Bismarck; una de esas impertinencias baratas en que es especialista el Marat de Berlín[12].
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5. "La clase obrera procura su emancipación, en primer termino, dentro del marco del Estado nacional de hoy, cons- |
    Por oposición al Manifiesto Comunista y a todo el socialismo anterior, Lassalle concebía el movimiento obrero desde el punto de vista nacional mís estrecho. ¡Y, después de la actividad de la Internacional, aún se siguen sus huellas en este camino!
    Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene que organizarse como clase en su propio país, ya que éste es la
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palestra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de clases es nacional, no por su contenido, sino, como dice el Manifiesto Comunista, "por su forma". Pero "el marco del Estado nacional de hoy", por ejemplo, del imperio alemán, se halla a su vez, económicamente, "dentro del marco" del mercado mundial, y políticamente, "dentro del marco" de un sistema de Estados. Cualquier comerciante sabe que el comercio alemán es, al mismo tiempo, comercio exterior, y la grandeza del señor Bismarck reside precisamente en algún tipo de política internacional.
   
¿Y a qué reduce su internacionalismo el Partido Obrero Alemán? A la conciencia de que el resultado de sus aspiraciones "será la fraternización internacional de los pueblos ", una frase tomada de la Liga burguesa por la Paz y la Libertad[13], que se quiere hacer pasar como equivalente de la fraternidad internacional de las clases obreras, en su lucha común contra las clases dominantes y sus gobiernos. ¡De los deberes internacionales de la clase obrera alemana no se dice, por tanto, ni una palabra! ¡Y esto es lo que la clase obrera alemana debe contraponer a su propia burguesía, que ya fraterniza contra ella con los burgueses de todos los demás países, y a la política internacional de conspiración[14] del señor Bismarck!
   
La profesión de fe internacionalista del programa queda, en realidad, infinitamente por debajo de la del partido librecambista. También éste afirma que el resultado de sus aspiraciones será "la fraternización internacional de los pueblos". Pero, además, hace algo por internacionalizar el comercio, y no se contenta, ni mucho menos, con la conciencia de que todos los pueblos comercian dentro de su propio país.
   
La acción internacional de las clases obreras no depende, en modo alguno, de la existencia de la "Asociación Interna-
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cional de los Trabajadores ". Esta fue solamente un primer intento de crear para aquella acción un órgano central; un intento que, por el impulso que dio, ha tenido una eficacia perdurable, pero que en su primera forma histórica no podía prolongarse después de la caída de la Comuna de Paris.
   
La Norddeutsche de Bismarck tenía sobrada razón cuando, para satisfacción de su dueño, proclamó que, en su nuevo programa, el Partido Obrero Alemán renegaba del internacionalismo[15].
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"Partiendo de estos principios, el Partido Obrero Alemán |
   
Sobre lo del Estado "libre", volvere mas adelante.
   
Así, pues, de aquí en adelante, el Partido Obrero Aleman ¡tendra que creer en la "ley de bronce del salario"[16] lassa lleana! Y para que esta "ley" no vaya a perderse, se comete el absurdo de hablar de "abolición del sistema del salario" (debería decirse: sistema del trabajo asalariado), con "su ley de bronce". Si suprimo el trabajo asalariado, suprimo también, evidentemente, sus leyes, sean de "bronce" o de corcho. Pero la lucha de Lassalle contra el trabajo asalariado, gira casi exclusivamente en torno a esa llamada ley. Por tanto, para demostrar que la secta de Lassalle ha triunfado, hav que abolir "el sistema del salario, con su ley de bronce", y no sin ella.
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De la "ley de bronce del salario" no pertenece a Lassalle, como es sabido, más que la expresión "de bronce", copiada de las "ewigen, ehernen grossen Gesetzen " ("las leyes eternas, las grandes leyes de bronce"[17]), de Goethe. La expresión "de bronce" es la contrasena por la que los creyentes ortodoxos se reconocen. Y si admito la ley con el cuño de Lassalle, y por tanto en el sentido lassalleano, tengo que admitirla también con su fundamentación. ¿Y cuál es ésta? Es, como ya señaló Lange poco después de la muerte de Lassalle, la teoría malthusiana de la población (predicada por el propio Lange)[18]. Pero, si esta teoría es exacta, la mentada ley no la podré abolir tampoco, aunque suprima yo cien veces el trabajo asalariado, porque esta ley no regirá solamente para el sistema del salario, sino para todo sistema social. ¡Apoyándose precisamente en esto, los economistas han venido demostrando, desde hace cincuenta años y aún más, que el socialismo no puede acabar con la miseria, determinada por la misma naturaleza, sino sólo generalizarla, repartirla por igual sobre toda la superficie de la sociedad!
   
Pero todo esto no es lo fundamental. Aun prescindiendo plenamente de la falsa concepción lassalleana de esta ley, el retroceso verdaderamente indignante consiste en lo siguiente:
   
Después de la muerte de Lassalle, se había abierto paso en nuestro Partido la concepción científica de que el salario no es lo que parece ser, es decir, el valor, o el precio del trabajo, sino sólo una forma disfrazada del valor, o del precio de la fuerza de trabajo. Con esto, se había echado por la borda, de una vez para siempre, tanto la vieja concepción burguesa del salario, como toda crítica dirigida hasta hoy contra esta concepción, y se había puesto en claro que el obrero asalariado sólo está autorizado a trabajar para mantener su propia vida, es decir, a vivir, en la medida en que trabaja gratis
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durante cierto tiempo para el capitalista (y, por tanto, también para sus combeneficiarios en cuanto a la plusvalia); que todo el sistema de producción capitalista gira en torno a la prolongación de este trabajo gratuito alargando la jornada de trabajo o desarrollando la productividad, o sea, acentuando la tensión de la fuerza de trabajo, etc.; que, por tanto, el sistema del trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace más dura a medida que se desarrollan las fuerzas productivas sociales del trabajo, esté el obrero mejor o peor remunerado. Y cuando esta concepción viene ganando cada vez más terreno en el seno de nuestro Partido, ¡se retrocede a los dogmas de Lassalle, a pesar de que hoy ya nadie puede ignorar que Lassalle no sabía lo que era el salario, sino que, yendo a la zaga de los economistas burgueses, tomaba la apariencia por la esencia de la cosa!
   
Es como si, entre esclavos que al fin han descubierto el secreto de la esclavitud y se alzan en rebelión contra ella, viniese un esclavo fanático de las ideas anticuadas y escribiese en el programa de la rebelión: ¡la esclavitud debe ser abolida porque el sustento de los esclavos, dentro del sistema de la esclavitud, no puede pasar de un cierto límite, sumamente bajo!
   
El mero hecho de que los representantes de nuestro Partido fuesen capaces de cometer un atentado tan monstruoso contra una concepción tan difundida entre la masa del Partido, prueba por sí solo la ligereza criminal, la falta de escrúpulos con que ellos han acometido la redacción de este programa de transacción.
   
En vez de la vaga frase final del párrafo: "la supresión de toda desigualdad social y política", lo que debiera haberse dicho es que con la abolición de las diferencias de clase,
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desaparecen por si mismas las desigualdades sociales y politicas que de ellas emanan.
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"Para preparar el camino a la solución del problema social, |
    Después de la "ley de bronce" de Lassalle, viene la panacea del profeta. Y se le "prepara el camino" de un modo digno. La lucha de clases existente es sustituida por una frase de periodista: "el problema social", para cuya "solución " se "prepara el camino". La "organización socialista de todo el trabajo" no resulta del proceso revolucionario de transformación de la sociedad, sino que "surge" de "la ayuda del Estado", ayuda que el Estado presta a las cooperativas de producción "creadas " por él y no por los obreros. ¡Es digno de la fantasía de Lassalle eso de que con empréstitos del Estado se puede construir una nueva sociedad como se construye un nuevo ferrocarril!
    Por un resto de pudor, se coloca "la ayuda del Estado" bajo el control democrático del "pueblo trabajador".
    Pero, en primer lugar, el "pueblo trabajador", en Alemania, está compuesto, en su mayoría, por campesinos, y no por proletarios.
    En segundo lugar, "democrático" quiere decir en alemán "gobernado por el pueblo" ("volksherrschaftlich "). ¿Y qué es eso del "control gobernado por el pueblo del pueblo tra-
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bajador"? Y, además, tratándose de un pueblo trabajador que, por el mero hecho de plantear estas reivindicaciones al Estado, exterioriza su plena conciencia de que ¡ni está en el Poder ni se halla maduro para gobernar!
   
Huelga entrar aquí en la crítica de la receta prescrita por Buchez, bajo el reinado de Luis Felipe, por oposición a los socialistas franceses, y aceptada por los obreros reaccionarios del Atelier [19]. Lo verdaderamente escandaloso no es tampoco el que se haya llevado al programa esta cura milagrosa específica, sino el que se abandone simplemente el punto de vista del movimiento de clases, para retroceder al del movimiento de sectas.
   
El que los obreros quieran establecer las condiciones de producción colectiva en toda la sociedad y ante todo en su propio país, en una escala nacional, sólo quiere decir que laboran por subvertir las actuales condiciones de producción, y eso nada tiene que ver con la fundación de sociedades cooperativas con la ayuda del Estado. Y, por lo que se refiere a las sociedades cooperativas actuales, éstas sólo tienen valor en cuanto son creaciones independientes de los propios obreros, no protegidas ni por los gobiernos ni por los burgueses.
   
Y ahora voy a referirme a la parte democrática.
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A. "Base libre del Estado ". |
    Ante todo, según el capítulo II, el Partido Obrero Alemán aspira "al Estado libre".
    ¿Qué es el Estado libre?
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    De ningún modo es propósito de los obreros, que se han librado de la estrecha mentalidad del humilde súbdito, hacer libre al Estado. En el imperio alemán, el "Estado" es casi tan "libre" como en Rusia. La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella, y las formas de Estado siguen siendo hoy más o menos libres en la medida en que limitan la "libertad del Estado".
    El Partido Obrero Alemán -- al menos, si hace suyo este programa -- demuestra cómo las ideas del socialismo no le calan siquiera la piel; ya que, en vez de tomar a la sociedad existente (y lo mismo podemos decir de cualquier sociedad en el futuro) como base del Estado existente (o del futuro, para una sociedad futura), considera más bien al Estado como un ser independiente, con sus propios "fundamentos espirituales, morales y liberales ".
    Y además, ¡qué decir del burdo abuso que hace el programa de las palabras "Estado actual ", "sociedad actual " y de la incomprensión más burda todavía que manifiesta acerca del Estado, al que dirige sus reivindicaciones!
    La "sociedad actual" es la sociedad capitalista, que existe en todos los países civilizados, más o menos libre de aditamentos medievales, mas o menos modificada por el específico desarrollo histórico de cada país, más o menos desarrollada. Por el contrario, el "Estado actual" varía con las fronteras nacionales. En el imperio prusiano-alemán es otro que en Suiza, en Inglaterra, otro que en los Estados Unidos. "El Estado actual" es, por tanto, una ficción.
    Sin embargo, los distintos Estados de los distintos países civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, tienen de común el que todos ellos se asientan sobre las bases de la moderna sociedad burguesa, aunque ésta se halle en
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unos sitios más desarrollada que en otros, en el sentido capitalista. En este sentido puede hablarse del "Estado actual", por oposición al futuro, en el que su actual raiz, la sociedad burguesa, se habrá extinguido.
    Cabe, entonces, preguntarse: ¿que transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, analogas a las actuales funciones del Estado, subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema.
    Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.
    Pero el programa no se ocupa de esta última, ni del futuro régimen estatal de la sociedad comunista.
    Sus reivindicaciones políticas no se salen de la vieja* y consabida letanía democrática: sufragío universal, legislación directa, derecho popular, milicia del pueblo, etc. Son un simple eco del Partido Popular burgués, de la Liga por la Paz y la Libertad. Son, todas ellas, reivindicaciones que, cuando no estan exageradas hasta verse convertidas en ideas fantásticas, están ya realizadas. Sólo que el Estado que las ha puesto en práctica no cae dentro de las fronteras del imperio alemán, sino en Suiza, en los Estados Unidos, etc. Esta especie de "Estado del futuro" es ya Estado actual, aunque existente fuera "del marco" del imperio alemán.
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    Pero, se ha olvidado una cosa. Ya que el Partido Obrero Alemán declara expresamente que actúa dentro del "Estado nacional de hoy", es decir, dentro de su propio Estado, del imperio prusiano-alemán -- de otro modo, sus reivindicacio nes serían, en su mayor parte, absurdas, pues sólo se exige lo que no se tiene --, no debía haber olvidado lo principal, a saber: que todas estas lindas menudencias tienen por base el reconocimiento de la llamada soberanía del pueblo, y que, por tanto, sólo caben en una república democrática.
   
Y si no se tiene el valor* -- lo cual es muy cuerdo, pues la situación exige prudencia -- de exigir la república democrática, como lo hacían los programas obreros franceses bajo Luis Felipe y bajo Luis Napoleon, no debía haberse recurrido al ardid, que ni es "honrado"[20] ni es digno, de exigir cosas que sólo tienen sentido en una república democrática a un Estado que no es más que un despotismo militar de armazón burocrático y blindaje policíaco, guarnecido de formas par lamentarias, revuelto con ingredientes feudales e influenciado ya por la burguesía; ¡y, encima, asegurar a este Estado que uno se imagina poder conseguir eso de él "por medios legales"!
   
Hasta la democracia vulgar, que ve en la república democrática el reino milenario y no tiene la menor idea de que es precisamente bajo esta última forma de Estado de la sociedad burguesa donde se va a ventilar definitivamente por la fuerza de las armas la lucha de clases; hasta ella misma está hoy a mil codos de altura sobre esta especie de demo cratismo que se mueve dentro de los límites de lo autorizado por la policia y vedado por la lógica.
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Que por "Estado" se entiende, en realidad, la máquina de gobierno, o el Estado en cuanto, por efecto de la división del trabajo, forma un organismo propio, separado de la sociedad, lo indican ya estas palabras: "el Partido Obrero Alemán exige como base económica del Estado : un impuesto único y progresivo sobre la renta", etc. Los impuestos son la base económica de la máquina de gobierno, y nada más. En el Estado del futuro, existente ya en Suiza, esta reivindicación está casi realizada. El impuesto sobre la renta presupone las diferentes fuentes de ingresos de las diferentes clases sociales, es decir, la sociedad capitalista. No tiene, pues, nada de extarño que los Financial-Reformers* de Liverpool -- burgueses, con el hermano de Gladstone al frente -- planteen la misma reivindicación que el programa.
   
* En la edición alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: si no se está en condiciones.
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B. "El Partido Obrero Aleman exige, como base espiritual |
    ¿Educacion popular igual? ¿Que se entiende por esto? ¿Se cree que en la sociedad actual (que es de la única de que puede tratarse), la educación puede ser igual para todas las clases? ¿O lo que se exige es que también las clases altas sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta educación que da la escuela pública, la única compatible con la situación económica, no sólo del obrero asalariado, sino también del campesino?
   
"Asistencia escolar obligatoria para todos. Instrucción gratuita". La primera existe ya, incluso en Alemania; la
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segunda, en Suiza y en los Estados Unidos, en lo que a las escuelas públicas se refiere. El que en algunos estados de este último país sean "gratuitos" también centros de instrucción superior, sólo significa, en realidad, que allí a las clases altas se les pagan sus gastos de educación a costa del fondo de los impuestos generales. Y -- dicho sea incidentalmente -- esto puede aplicarse también a la "administracion de justicia con carácter gratuito" de que se habla en el punto A, 5 del programa. La justicia en lo criminal es gratuita en todas partes; la justicia civil gira casi exclusivamente en torno a los pleitos sobre la propiedad y afecta, por tanto, casi unicamente a las clases poseedoras. ¿Se pretende que éstas ventilen sus pleitos a costa del Tesoro público?
   
El párrafo sobre las escuelas deberia exigir, por lo menos, escuelas técnicas (teóricas y prácticas), combinadas con las escuelas públicas.
   
Eso de "educación popular a cargo del Estado " es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc., y, como se hace en los Estados Unidos, velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo! Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. Sobre todo en el imperio prusiano-alemán (y no vale salirse con el torpe subterfugio de que se habla de un "Estado futuro"; ya hemos visto lo que es éste), donde es, por el contrario, el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa.
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Pese a todo su cascabeleo democrático, el programa está todo él infestado hasta el tuétano de la fe servil de la secta lassalleana en el Estado; o -- lo que no es nada mejor -- de la superstición democrática; o es más bien un compromiso entre estas dos supersticiones igualmente lejanas del socialismo.
   
"Libertad de la ciencia "; la estatuye ya un párrafo de la Constitución prusiana. ¿Para qué, pues, traer esto aquí?
   
"¡Libertad de conciencia! " Si, en estos tiempos del Kulturkampf [21], se quería recordar al liberalismo sus viejas con signas, sólo podía hacerse, naturalmente, de este modo: todo el mundo tiene derecho a satisfacer sus necesidades físicas[], sin que la policía tenga que meter las narices en ello. Pero el Partido Obrero, aprovechando la ocasión, tenía que haber expresado aquí su convicción de que "la libertad de conciencia" burguesa se limita a tolerar cualquier género de libertad de conciencia religiosa, mientras que él aspira, por el contrario, a liberar la conciencia de todo fantasma religioso. Pero, se ha preferido no sobrepasar el nivel "burgués".
   
Y con esto, llego al final, pues el apéndice que viene después del programa, no constituye una parte característica del mismo. Por tanto, procuraré ser muy breve.
   
* Partidarios de la reforma financiera.
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2. "Jornada normal de trabajo ". |
   
En ningún otro país se limita el partido obrero a formular una reivindicación tan vaga, sino que fija siempre la duración de la jornada de trabajo que, bajo las condiciones concretas, se considera normal.
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* En la edición alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: satisfacer sus necesidades religiosas lo mismo que sus necesidades corporales, sin que la polícia tenga que meter sus narices.
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3. "Restricción del trabajo de la mujer y prohibición del |
    La reglamentación de la jornada de trabajo debe incluir ya la restricción del trabajo de la mujer, en cuanto se refiere a la duración, descansos, etc., de la jornada; de no ser así, sólo puede significar la exclusion del trabajo de la mujer de las ramas de producción que son especialmente nocivas para e} organismo femenino o inconvenientes, desde el punto de vista moral, para este sexo. Si es esto lo que se ha querido decir, debió haberse dicho.
    "Prohibición del trabajo infantil ". Aquí, era absolutamente necesario señalar el límite de la edad.
    La prohibición general del trabajo infantil es incompatible con la existencia de la gran industria y, por tanto, un piadoso deseo, pero nada más. El poner en práctica esta prohibición -- suponiendo que fuese factible -- sería reaccionario, ya que, reglamentada severamente la jornada de trabajo según las distintas edades y aplicando las demás medidas preventivas para la protección de los niños, la combinación del trabajo productivo con la enseñanza desde una edad temprana es uno de los más potentes medios de transformación de la sociedad actual.
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4. "Inspección por el Estado de la industria en las fábricas |
    Tratándose del Estado prusiano-alemán, debió exigirse, taxativamente, que los inspectores sólo pudieran ser destituidos por sentencia judicial; que todo obrero pudiera denun ciarlos a los tribunales por transgresiones en el cumplimiento de su deber; y que perteneciesen a la profesión médica.
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5. "Reglamentación del trabajo en las prisiones". |
    Mezquina reivindicación, en un programa general obrero. En todo caso, debió proclamarse claramente que no se quería, por celos de competencia, ver tratados a los delincuentes comunes como a bestias, y, sobre todo, que no se les quería privar de su único medio de corregirse: el trabajo productivo. Era lo menos que podía esperarse de socialistas.
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6. "Una ley eficaz de responsabilidad por las infracciones". |
    Había que haber dicho qué se entiende por ley "eficaz" de responsabilidad por las infracciones.
    Diremos de paso que, al hablar de la jornada normal de trabajo, no se ha tenido en cuenta la parte de la legislación fabril que se refiere a las medidas sanitarias y medios de protección contra los accidentes, etc. La ley de responsabilidad por las infracciones sólo entra en acción despues de infringidas estas prescripciones.
    En una palabra, también el apéndice se distingue por su descuidada redacción.
    Dixi et salvavi animan meam*.
SOBRE EL PROGRAMA
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Londres, 18-28 de marzo de 1875
Querido Bebel:
   
He recibido su carta del 23 de febrero, y me alegra que su estado de salud sea tan satisfactorio.
   
Me pregunta usted cuál es nuestro criterio sobre la historia de la unificación. Desgraciadamente, nos ha pasado lo mismo que a usted. Ni Liebknecht ni nadie nos ha dado ninguna noticia, ni tampoco nosotros sabemos más que lo que dicen los periódicos, que no trajeron nada, hasta que hace unos ocho días recibimos el proyecto de programa. Este nos ha causado, ciertamente, bastante asombro.
   
Nuestro Partido ha tendido con tanta frecuencia la mano a los partidarios de Lassalle para la conciliación, o cuando menos para llegar a algún acuerdo, y ha sido rechazado tan a menudo por los Hasenclever, Hasselmann y Tölcke de un modo tan desdeñoso, que hasta un niño podría sacar de ello esta conclusión: Si ahora esos señores vienen por sí solos y ofrecen la conciliación, ellos deben de encontrarse en una
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situación muy apurada. Ahora bien, dado el carácter bien conocido de esta gente, el deber de todos nosotros es el de aprovechar este apuro para arrancar toda clase de garantías, de modo que esta gente no afiance de nuevo su precaria posición ante la opinion pública obrera a costa de nuestro Partido. Había que haberles acogido con extraordinaria frialdad y desconfianza, hacer depender la unificación del grado en que estuviesen dispuestos a renunciar a sus consignas sectarias y a su ayuda estatal, y adoptar, en lo esencial, el programa de Eisenach de 1869, o una versión del mismo corregida y adaptada a los momentos actuales. En el aspecto teórico, es decir, en lo que es decisivo para el programa, nuestro Partido no tenía absolutamente nada que aprender de los de Lassalle, pero ellos sí que tenían que aprender de él; la primera condición para la unidad debía haber sido que dejasen de ser sectarios, que dejasen de ser lassalleanos, y, por tanto y ante todo, que renunciasen a la panacea universal de la ayuda estatal o, por lo menos, que la reconociesen como una medida transitoria y secundaria, entre tantas otras y por debajo de ellas. El proyecto de programa demuestra que nuestra gente, situada a cien codos por encima de los dirigentes lassalleanos en lo que a la teoría se refiere, está en igual medida por debajo de ellos en cuanto a habilidad política; los "honrados" se han visto, una vez más, cruelmente burlados por los pícaros.
   
En primer lugar, se acepta la rimbombante, pero históricamente falsa, frase lassalleana: frente a la clase obrera, todas las demás no forman más que una masa reaccionaria. Esta tesis sólo es cierta en algunos casos excepcionales, por ejemplo, en una revolución del proletariado como la Comuna, o en un país donde no ha sido la burguesía sola la que ha creado el Estado y la sociedad a su imagen y seme-
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janza, sino que después de ella ha venido la pequeña burguesía democrática y ha llevado hasta sus últimas consecuen cias el cambio operado. Si, por ejemplo, en Alemania, la pequeña burguesía democrática perteneciese a esta masa reaccionaria, ¿cómo pudo el Partido Obrero Socialdemócrata marchar hombro con hombro con ella, con el Partido Popular, durante varios ailos? ¿Cómo puede el Volksstaat [23] tomar la casi totalidad de su contenido político del Frankfurter Zeitung [24], periódico democrático pequeñoburgués? ¿Y cómo pueden incluirse en este mismo programa nada menos que siete reivindicaciones que coinciden directa y literalmente con el programa del Partido Popular y de la democracia pequeño-burguesa? Me refiero a las siete reivindicaciones políticas (de la 1 a la 5 y la 1 y la 2), entre las cuales no hay una sola que no sea democrático-burguesa [25].
   
En segundo lugar, se reniega prácticamente por completo, para el presente, del principio de la internacionalidad del movimiento obrero, y esto lo hacen hombres que por espacio de cinco años y en las circunstancias más duras mantuvieron de un modo glorioso este principio. La posición que ocupan los obreros alemanes a la cabeza del movimiento europeo se debe, esencialmente, a la actitud auténticamente internacional mantenida por ellos durante la guerra; ningún otro proletariado se hubiera portado tan bien. ¡Y he aquí que van a renegar de este principio en un momento en que en todos los países del extranjero los obreros lo recalcan con la misma intensidad con que los gobiernos tratan de reprimir todo intento de imponerlo en una organización! ¿Y qué queda en pie del internacionalismo del movimiento obrero? ¡La pálida perspectiva, no ya de una futura acción conjunta de los obreros europeos para su emancipación, sino de una futura "fraternidad internacional de los pueblos", de los
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"Estados Unidos de Europa" de los burgueses de la Liga por la Paz!
   
No había, naturalmente, para qué hablar de la Internacional como tal. Pero al menos no debía haberse dado ningún paso atrás respecto al programa de 1869 y decir, por ejemplo, que aunque el Partido Obrero Alemán actúa, en primer término, dentro de las fronteras del Estado del que forma parte (no tiene ningún derecho a hablar en nombre del proletariado europeo, ni, sobre todo, a decir nada que sea falso), tiene conciencia de su solidaridad con los obreros de todos los países y estará siempre dispuesto a seguir cumpliendo, como hasta ahora, con los deberes que esta solidaridad impone. Estos deberes consisten, aunque uno no se considere ni se proclame como parte de la Internacional, por ejemplo, en prestar ayuda y paralizar el envío de esquiroles en caso de huelga, preocuparse de que los órganos del Partido mantengan informados a los obreros alemanes sobre el movimiento extranjero, organizar la agitación contra las guerras de gabinete inminentes o que han estallado ya, una actitud frente a éstas como la mantenida ejemplarmente en 1870 y 1871, etc.
   
En tercer lugar, nuestra gente se ha dejado imponer la "ley de bronce del salario" lassalleana, basada en un criterio económico completamente anticuado, a saber: que el obrero no recibe, por término medio, más que el mínimo de salario, y esto porque, según la teoría malthusiana de la población, hay siempre obreros de sobra (ésta era la argumentación de Lassalle). Ahora bien; Marx ha demostrado minuciosamente, en El Capital, que las leyes que regulan el salario son muy complejas, que tan pronto predominan unas como otras, según las circunstancias; que, por tanto, estas leyes no son, en modo alguno, de bronce, sino, por el contrario,
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muy elásticas, y que el problema no puede resolverse así, en dos palabras, como se imaginaba Lassalle. La fundamentación que da Malthus de la ley que Lassalle toma de él y de Ricardo (falseando a este último), tal como puede verse, por ejemplo, citada de otro folleto de Lassalle, en el "Libro de lecturas para obreros", pág. 5, ha sido refutada con todo detalle por Marx en el capítulo sobre el "Proceso de acumulación del capital"[26]. Así, pues, al adoptar la "ley de bronce" de Lassalle, se han pronunciado a favor de un principio falso y de una falsa fundamentación del mismo.
   
En cuarto lugar, el programa plantea como única reivindicación social la ayuda estatal lassalleana en su forma más descarada, tal como Lassalle la plagió de Buchez. ¡Y esto, después que Bracke demostró de sobra la inutilidad de esta reivindicación[27]; después que casi todos, si no todos, los oradores de nuestro Partido se han visto obligados, en su lucha contra los lassalleanos, a pronunciarse en contra de esta "ayuda estatal"! Nuestro Partido no podía llegar a mayor humillación. ¡El internacionalismo rebajado a la altura de un Amand Goegg, el socialismo, a la del republicano burgués Buchez, que planteaba esta reivindicación frente a los socialistas, para suplantarlos!
   
En el mejor de los casos, la "ayuda estatal", en el sentido lassalleano, no es más que una de tantas medidas para conseguir el objetivo que aquí se define con las torpes palabras de "para preparar el camino a la solución del problema social", ¡como si para nosotros existiese todavía un problema social que estuviese teóricamente sin resolver! Si, por tanto, se dijera: el Partido Obrero Alemán aspira a abolir el trabajo asalariado, y con él las diferencias de clase, implantando la producción cooperativa en la industria y en la agricultura en una escala nacional, y aboga por todas y cada una de las
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medidas adecuadas a la consecución de este fin, ningún lassalleano tendría nada que objetar contra esto.
   
En quinto lugar, no se dice absolutamente nada de la organización de la clase obrera como tal clase, por medio de los sindicatos. Y éste es un punto muy esencial, pues se trata de la verdadera organización de clase del proletariado, en la que éste ventila sus luchas diarias con el capital, en la que se educa a sí mismo y la que hoy en día no puede ser aplastada ni por la más negra reacción (como ahora en París). Dada la importancia que esta organización ha adquirido también en Alemania, hubiera sido, a nuestro juicio, absolutamente necesario haberla mencionado en el programa y haberle reservado, de ser posible, un puesto en la organización del Partido.
   
Todo esto ha hecho nuestra gente para complacer a los lassalleanos. ¿Y en qué han cedido los otros? En que figuren en el programa un montón de reivindicaciones puramente democráticas y bastante embrolladas, algunas de las cuales no son más que cuestión de moda, como, por ejemplo, la."legislación por el pueblo", que existe en Suiza, donde produce más perjuicios que beneficios, si es que puede decirse que produce algo. Si se dijera "administración por el pueblo", quizá tendría algún sentido. Falta, igualmente, la primera condición de toda libertad: que todos los funcionarios sean responsables en cuanto a sus actos de servicio respecto a todo ciudadano, ante los tribunales ordinarios y según las leyes generales. Y no voy a hablar de que reivindicaciones como la de libertad de la ciencia y la de libertad de conciencia figuran en todo programa liberal burgués y que aquí suenan a algo extraño.
   
El Estado popular libre se ha convertido en el Estado libre. Gramaticalmente hablando, Estado libre es un Estado
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que es libre respecto a sus ciudadanos, es decir, un Estado con un gobierno despótico. Habría que abandonar toda esa charlatanería acerca del Estado, sobre todo después de la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Los anarquistas nos han echado en cara más de la cuenta eso del "Estado popular ", a pesar de que ya la obra de Marx contra Proudhon[28], y luego el Manifiesto Comunista dicen claramente que, con la implantación del régimen social socialista, el Estado se disolverá por sí mismo y desaparecerá. Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es puro absurdo hablar de Estado popular libre: mientras el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra "comunidad" [Gemeinwesen ], una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa "commune".
   
"Supresión de toda desigualdad social y política", en vez de "abolición de todas las diferencias de clase", es también una frase muy discutible. De un país a otro, de una región a otra, incluso de un lugar a otro, existirá siempre una cierta desigualdad en cuanto a las condiciones de vida, que podrá reducirse a un mínimo, pero jamás suprimirse por completo. Los habitantes de los Alpes vivirán siempre en condiciones distintas que los habitantes del llano. Concebir la sociedad socialista como el reino de la igualdad es una concepción unilateral francesa, apoyada en el viejo lema de "libertad, igualdad, fraternidad"; una concepción que tuvo su razón de ser como fase de desarrollo en su tiempo y en su lugar,
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pero que hoy debe ser superada, al igual que todo lo que hay de unilateral en las escuelas socialistas anteriores, ya que sólo origina confusiones, y porque además se han descubierto fórmulas más precisas para exponer el problema.
   
Y termino aquí, aunque habría que criticar casi cada pala bra de este programa, redactado además sin jugo y sin brío. Hasta tal punto que, caso de ser aprobado, Marx y yo jamás podríamos miiitar en el nuevo partido erigido sobre esta base y tendríamos que meditar muy seriamente qué actitud habríamos de adoptar frente a él, incluso públicamente. Tenga usted en cuenta que, en el extranjero, se nos considera a nosotros responsables de todas y cada una de las manifestaciones y de los actos del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán. Así, por ejemplo, lo hace Bakunin en su obra "Política y Anarquía", en la que nos hace responsables de cada palabra irreflexiva pronunciada y escrita por Liebknecht desde la fundación del Demokratisches Wochenblatt [29]. La gente se imagina, en efecto, que nosotros dirigimos desde aquí todo el asunto, cuando usted sabe tan bien como yo, que casi nunca nos hemos mezclado en lo más mínimo en los asuntos internos del Partido, y cuando lo hemos hecho, sólo ha sido para corregir, en lo posible, los errores que a nuestro juicio se habían cometido, y además, sólo cuando se trataba de errores teóricos. Pero usted mismo comprenderá que este programa representa un viraje, el cual fácilmente podría obligarnos a declinar toda responsabilidad respecto al partido que lo adopte.
   
En general, importa menos el programa oficial de un partido que sus actos. Pero un nuevo programa es siempre, a pesar de todo, una bandera que se levanta públicamente y por la cual los de fuera juzgan al partido. No debería, por tanto, en modo alguno, representar un retroceso como el
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que representa éste, comparado con el de Eisenach. Y habría también que tener en cuenta lo que los obreros de otros países dirán de este programa; la impresión que ha de producir esta genuflexión de todo el proletariado socialista alemán ante el lassallismo.
   
Además, yo estoy convencido de que la unión hecha sobre esta base no durará ni un año. ¿Van las mejores cabezas de nuestro Partido a prestarse a aprender de memoria y recitar de corrido las tesis lassalleanas sobre la ley de bronce del salario y la ayuda estatal? ¡Aquí quisiera yo verle a usted, por ejemplo! Y si fuesen capaces de hacerlo, el auditorio los silbaría. Y estoy seguro de que los lassalleanos se aferran precisamente a estas partes del programa como el judío Shylock a su libra de carne. Vendrá la escisión; pero habremos "devuelto la honra" a los Hasselmann, los Hasenclever, los Tülcke y consortes; nosotros saldremos debilitados de la escisión y los lassalleanos fortalecidos; nuestro Partido habrá perdido su virginidad política y jamás podrá volver a combatir con valentía la fraseología de Lassalle, que él mismo ha llevado inscrita en sus banderas durante algún tiempo; y si entonces los lassalleanos vuelven a decir que ellos son el verdadero y único partido obrero y que los nuestros son unos burgueses, allí estará el programa para demostrarlo. Cuantas medidas socialistas figuren en él, proceden de ellos, y lo único que nuestro Partido ha puesto son unas reivindicaciones tomadas de la democracia pequeñoburguesa, ¡a la cual también él considera, en el mismo programa, como parte de la "masa reaccionaria"!
   
No he echado esta carta al correo, ya que no saldrá usted en libertad hasta el 1ƒ de abril, en honor del cumpleaños de Bismarck, y no quería exponerla al riesgo de que la interceptasen si se intentaba pasarla de contrabando. Mientras,
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acabo de recibir una carta de Bracke, quien también pone graves reparos en el programa y quiere conocer nuestra opinión. Por eso, y para ganar tiempo, se la envío por intermedio suyo, para que la lea y así no necesito escribirle también a él, repitiéndole toda la historia. Por lo demás, también a Ramm[*] le he hablado claro, y a Liebknecht le he escrito sólo concisamente. A él no le perdono que no nos haya dicho ni una palabra de todo el asunto (mientras Ramm y otros creían que nos había informado detalladamente), hasta que ya era, por decirlo así, demasiado tarde. Cierto que siempre ha hecho lo mismo -- y de aquí el montón de cartas desagradables que Marx y yo hemos cambiado con él --, pero esta vez la cosa es demasiado grave y, decididamente, no marcharemos con él por ese camino.
   
Arregle usted las cosas para venirse en el verano. Se alojará usted, naturalmente, en mi casa y, si hace buen tiempo, podremos ir un par de días a bañarnos en el mar, cosa que le vendrá a usted muy bien, después del largo encarcelamiento.
Cordialmente suyo, F.E.
   
Marx acaba de mudarse y vive ahora en 41, Maitland Park Crescent, N. W. London.
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122 , Regent's Park Road , N. W.
Querido Bracke:
   
Me he demorado hasta ahora en contestar a sus últimas cartas, la última de ellas con fecha 28 de junio, primero porque Marx y yo estuvimos separados durante seis semanas -- él en Karlsbad y yo a orillas del mar, donde no vi el Volksstaat -- y, luego, porque quise esperar un poco a ver cómo marcharían la nueva unificación y el comité combinado[30].
   
Compartimos perfectamente su opinión de que, movido por su anhelo de alcanzar a todo precio la unidad, Liebknecht ha enmarañado todo el asunto. Esto podía considerarse como indispensable, pero no había por qué decírselo ni mostrárselo a la otra parte pactante. Luego un error siempre lo tiene que justificar otro. Una vez que
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el congreso de unidad fue puesto en funcionamiento y trompeteado sobre bases podridas, hubo que evitar el fracaso a toda costa y ceder de nuevo en puntos esenciales. Usted tiene toda la razón: esta unificación lleva en sí el germen de la escisión, y me sentiré feliz si entonces sólo se caen los fanáticos incurables y no toda una masa de gente que sería capaz en otras condiciones y útil bajo una buena educación. Eso dependerá del momento y de las circunstancias en que sobrevenga lo inevitable.
   
El programa en su redacción definitiva consta de tres partes componentes:
   
1. Las frases y consignas lassalleanas que no se deben aceptar bajo ninguna condición. Al unirse dos fracciones, se pone en el programa aquello en que todos están conformes, y no aquello que está en litigio. Como, sin embargo, nuestras gentes lo permitieron, pasaron voluntariamente por las horcas caudinas[31].
   
2. Una serie de reivindicaciones vulgarmente democráticas, formuladas en el espíritu y el estilo del Partido Popular.
   
3. Un número de proposiciones que deberían ser comunistas, tomadas prestadas en su mayoría del Manifiesto, pero reelaboradas de tal manera que, examinadas de cerca, contienen todas y cada una idioteces horripilantes. El que no entiende estas cosas debe o bien abstenerse de tocarlas, o bien copiarlas literalmente de aquellos que hasta cierto punto entienden la cosa.
   
Felizmente, con el programa pasó algo mejor de lo que merecía. Tanto obreros como burgueses y pequeñoburgueses leen en él lo que propiamente debería figurar allí y no lo que allí figura, y por ningún lado se ha ocurrido a nadie investigar públicamente una de esas maravillosas proposi-
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ciones en términos de su auténtico contenido Esto nos ha hecho posible permanecer en silencio frente a este programa. A ello se suma el hecho de que no hay manera de traducir estas proposiciones a ningún idioma extranjero sin verse obligado, o bien a dejar escrito un fárrago de evidente necedad, o bien inyectarles un sentido comunista, y hacer esto último siendo lo mismo amigo que enemigo. He tenido que proceder de esta manera en una traducción para muchos amigos españoles.
   
Lo que he visto en la actividad del comité es hasta ahora poco reconfortante. En primer lugar, su proceder contra los escritos de usted y de B. Becker[32]; el que esto no prevaleciera no es culpa del comité. En segundo lugar, Sonnemann, a quien vio Marx en su viaje, contó que había ofreci do a Vahlteich un puesto de corresponsal para el Frankfurter Zeitung, pero que ¡el comité le había prohibido a Vahlteich aceptar el ofrecimiento! Esto está más allá, desde luego, de la censura, y no comprendo cómo es que Vahlteich pudo aceptar semejante prohibición. ¡Qué torpeza! Debían haber velado más bien por que el Frankfurter contara con el servicio de los nuestros en toda Alemania. En fin, tampoco me parece muy honesta la conducta de los lassalleanos en la fundación de la imprenta de la Asociación en Berlín; después que en el caso de la imprenta de Leipzig nuestra gente, con toda confianza, nombró al comité como consejo de supervisión, los de Berlín sólo tuvieron que ser obligados a ello. No obstante, aquí no conozco con exactitud los detalles.
   
Mientras tanto, es bueno que el comité desarrolle escasa actividad y se limite, como dice C. Hirsch, quien días atrás estuvo aquí, a vegetar como un buró de correspondencia e información. Cualquier vigorosa intervención por parte de
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él no haría más que precipitar la crisis, y esto la gente parece ya sentirlo.
   
Y ¡qué debilidad la de aceptar en el comité tres lassalleanos y dos de los nuestros!
   
En resumidas cuentas, parece que, de todos modos, se ha salido de los apuros, aunque bastante malparado. Esperemos que sea hasta aquí y nada más y que, mientras tanto, surta efecto la propaganda entre los lassalleanos. Si la cosa se mantiene hasta las próximas elecciones[33] al reichstag, estará bien. Pero Stieber[*] y Tessendorf[**] harán todo lo que puedan y sólo con el tiempo se verá qué es lo que se ha retomado de Hasselmann y Hasenclever.
   
Marx ha regresado bien cambiado de Karlsbad, fuerte, lozano, alegre y saludable, y puede ponerse pronto a trabajar nuevamente con ardor. El y yo lo saludamos cordialmente. Cuando haya ocasión, díganos cómo va el asunto. Los de Leipzig[34] están todos demasiado interesados en ello para que puedan decirnos la verdad, y no conviene, y menos aún en este momento, que la historia interna del Partido se dé a la publicidad.
Sinceramente suyo, F.E.
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Londres , 12 de octubre de 1875
Querido Bebel:
   
Su carta confirma completamente nuestra opinión de que la unificación es algo precipitado por nuestra parte y lleva en sí el germen de una futura disensión. Si se consiguiera aplazar esta disensión hasta las próximas elecciones al reichstag, ya sería bueno. . .
   
El programa, tal y como está ahora, consta de tres partes:
   
1. Las proposiciones y consignas lassalleanas cuya aceptación permanece como una afrenta para nuestro Par tido. Cuando dos fracciones se unen sobre un programa común, hacen figurar en éste aquello en que están conformes y no tocan aquello en que no lo están. La ayuda cstatal de Lassalle figuraba, es cierto, en el programa de Eisenach, pero como una de las numerosas medidas de transición, y según todo cuanto he oído, de no ser por la unificación, ella habría
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sido con toda seguridad arrojada al aire en el congreso de ese año a propuesta de Bracke. Ahora ella figura como la única panacea infalible y exclusiva para todos los males sociales. El dejarse imponer la "ley de bronce del salario" y otras frases lassalleanas fue para nuestro Partido una colosal derrota moral. Este se convirtió así a la fe lassalleana. Esto no se puede negar de ninguna manera. Dicha parte del programa son las horcas caudinas bajo las cuales nuestro Partido se deslizó para mayor gloria del santo Lassalle;
   
2. Reivindicaciones democráticas, formuladas totalmente en el espíritu y el estilo del Partido Popular;
   
3. Reivindicaciones ante el "Estado de hoy " (siendo que no se sabe ante quién se plantean entonces las demás "reivindicaciones") que son muy confusas e ilógicas;
   
4. Proposiciones generales, tomadas prestadas en su mayor parte del Manifiesto Comunista y de los Estatutos de la Internacional, pero que están reelaboradas de tal modo que lo que contienen es o bien simple falsedad o bien pura idiotez, como lo ha demostrado Marx detalladamente en el artículo[*] que usted ya conoce.
   
Todo es en sumo grado desordenado, confuso, incoherente, ilógico y detestable. Si en la prensa burguesa hubiera una sola cabeza crítica, ésta habría examinado frase por frase dicho programa, estudiado cada frase en su auténtico contenido, demostrado de una manera bastante convincente la sinrazón, desplegado las contradicciones y los deslices económicos (por ejemplo, eso de que los medios de trabajo son hoy "monopolio de la clase capitalista", como si no hubiera terratenientes, la perorata sobre la "liberación del trabajo " en vez de la de la clase obrera, siendo el trabajo
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en sí mismo hoy en día demasiado libre ) y puesto en horrible ridículo a todo nuestro Partido. En lugar de ello, los asnos de los periódicos burgueses han tomado con toda seriedad este programa, han leído en él lo que aLlí no figura y lo han interpretado como algo comunista. Los obreros parecen hacer lo mismo. Es solamente esta circunstancia la que nos ha hecho posible a Marx y a mí abstenernos de discrepar públicamente de un programa así. Mientras nuestros enemigos lo mismo que los obreros atribuyan a este programa opiniones nuestras, podemos permitirnos guardar silencio al respecto.
   
Si usted está contento con el resultado en el problema de personas, las exigencias de nuestra parte deben de haberse rebajado bastante. ¡Dos de los nuestros y tres lassalleanos! De este modo, aquí también, los nuestros no son tratados como aliados con igualdad de derechos, sino como vencidos y están de entrada reducidos a una minoría. La acción del comité, hasta donde la conocemos, tampoco es edificante: 1. Decisión de no colocar en la lista de documentos del Partido los dos artículos de Bracke y de B. Becker sobre lo lassalleano; la revocación de esta decisión no es culpa ni del comité ni de Liebknecht. 2. Prohibición de que Vahlteich aceptara el puesto de corresponsal del Frankfurter Zeitung que le ofreció Sonnemann. Esto se lo ha contado el propio Sonnemann a Marx cuando éste estaba en viaje. Lo que a mí me asombra más que la arrogancia del comité y la sumisión con que se doblega Vahlteich en lugar de sisear a aquél, es la colosal torpeza de esa decisión. El comité debería más bien cuidar de que un periódico como el Frankfurter contara en todas partes con el servicio exclusivo de nuestra gente.
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. . .Al opinar que todo el asunto es un experimento educativo que incluso en estas circunstancias promete un éxito muy favorable, usted tiene toda la razón. La unificación como tal es un gran éxito si se mantiene durante dos años. Pero sin duda se podía haber logrado mucho más barata.
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Londres , 7 de enero de 1891
Querido Kautsky:
   
Ayer te envié por correo certificado el manuscrito de Marx[*] en el cual habrás encontrado tu alegría. Dudo que pueda salir a luz tal y como está en el santo Imperio Alemán. Examínalo desde este ángulo y, siempre que sea del caso, tacha los pasajes peligrosos y pon en su lugar puntos. Allí donde no lo permite la coherencia, ten la bondad de marcar me los.pasajes en las pruebas de imprenta y, si es posible, hacerme saber, en dos líneas, los motivos de su peligrosidad, y entonces haré lo que sea posible. Entonces pondría yo entre paréntesis lo enmendado y diría en mi introducción que se trata de pasajes enmendados. Pues, ¡corrección en galeras, por favor!
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Tal vez haya aún otra gente, aparte de la alta policía, que vea con desagrado esta publicación. Si crees que debes tomar precauciones a este respecto, te rogaría enviaras el manuscrito a Adler[*] por correo certificado. Allá en Viena se puede probablemente imprimirlo en forma íntegra (con la lamentable excepción de los magníficos pasajes sobre las necesidades religiosas), y se lo imprimirá en todo caso. Pero me parece que esta intención mía, muy positiva, que aquí te comunico, te pone completamente a cubierto de toda queja posible. Como los vuestros no están en condiciones de impedir la impresión, mucho mejor será que se publique en la propía Alemania, y en el órgano del Partido Neue Zeit [35], establecido especialmente para semejantes cosas.
   
He interrumpido el trabajo[36] sobre Brentano a fin de preparar esta cosa para ti; tengo que utilizar allí, asimismo, los pasajes sobre la ley de bronce del salario, y no valía la pena renunciar a dejar lista, al mismo tiempo, esta cosa para la imprenta. Pensé que terminaría lo de Brentano en esta semana, pero de nuevo han intervenido tantos estorbos y correspondencias, que resulta poco probable.
   
Si hay obstáculos, ten la bondad de ponerme en antecedentes. . .
Tuyo F. Engels
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Londres , 15 de enero de 1891
Querido barón:
   
Por las correcciones de pruebas adjuntas verás que no soy un monstruo y que incluso he echado en la introducción un poco de morfina y bromuro de potasio a guisa de calmante, que ejercerá un efecto bastante sedativo sobre el humor elegíaco de nuestro amigo Dietz. Aún le voy a escribir hoy a Bebel. No le he dicho nada anteriormente sobre el asunto, porque no quería llevarlo a una falsa posición frente a Liebknecht. Respecto a éste él habría tenido la obligación de decírselo, y Liebknecht, quien, como lo prueba su discurso de Halle[37] sobre el programa, ha hecho extractos del manuscrito, no habría dejado piedra por mover para im pedir la impresión.
   
Si no queda bien el pasaje "satisfacer sus necesidades religiosas así como corporales ", tacha pues las tres palabras
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subrayadas y pon puntos. La alusión será entonces más sutil sin dejar de ser lo suficientemente inteligible. Es de esperar que así no habrá motivos de recelo.
   
Por lo demás, he hecho, para agrado tuyo y de Dietz, todo cuanto habéis pedido, y, como ves, aún más. . .
Tuyo F.E.
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Londres , 3 de febrero de 1891
Querido Kautsky:
   
Crees que aquí estaríamos siendo bombardeados por cartas a causa del artículo de Marx -- todo lo contrario, no oímos ni vemos nada.
   
El sábado no llegó ningún ejemplar de Neue Zeit, y pensé inmediatamente que algo había sucedido. El domingo vino Ede[*] y me comunicó la carta tuya. Entonces pensé que, después de todo, había prosperado el golpe de opresión. Por fin, el número llegó el lunes y, algún tiempo más tarde, descubrí también la reproducción en Vorwärts [38].
   
Como han fracasado las medidas punitivas de la Ley Antisocialista[39], este salto audaz fue lo mejor que esa gente podía hacer. Pero tiene, además, algo de bueno al llenar
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una buena parte del difícilmente franqueable abismo, del cual habla Augusto[*] en su primer susto. Este susto, de todos modos, se basaba esencialmente cn esta preocupación: ¿qué partido sacarán de ello los enemigos? Al reproducirse la cosa en el órgano oficial, se embota la punta de la explotación enemiga y nos ponemos en condiciones de decir: ved cómo nos criticamos a nosotros mismos -- somos el único partido que se permite semejante lujo; ¡haced otro tanto! Y ésta es también la correcta posición que esa gente debía haber tomado desde el principio.
   
Esto hace también difícil tomar una medida contra ti. Mi pedido de que se enviara eventualmente la cosa a Adler debía, por un lado, influir en Dietz, pero, por el otro, también ponerte a ti a cubierto de tu responsabilidad, pues hasta cierto punto te había colocado yo en una situación de aprieto. Escribí también a Augusto que yo tomaba sobre mí toda la responsabilidad.
   
Si sobre alguien más recae la responsabilidad, es sobre Dietz. El sabe que en tales cosas me he portado siempre en muy buena avenencia con él. No sólo he satisfecho todos sus deseos de suavización, sino que he suavizado más de lo que pidió. Si hubiera apuntado más, esto también habría sido atendido. Pero lo que a Dietz no le chocaba ¿por qué no debía yo dejarlo pasar?
   
Por lo demás, la mayoría, fuera de Liebknecht, me quedará agradecida después del primer susto por haber yo publicado la cosa. Esta hace imposible toda clase de medias tintas y fraseología en el próximo programa y brinda argumentos irresistibles que tal vez la mayoría de ellos**
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apenas si tenga el valor de plantear por su propia iniciativa. El que ellos no hayan modificado el mal programa bajo la Ley Antisocialista por no poder hacerlo, no es motivo de reproche. Y ahora ellos mismos lo han abandonado. Y el que hace 15 años, cuando se produjo la unificación, ellos se comportaran torpemente y se dejaran dar gato por liebre por Hasselmann y otros, ya lo pueden ellos reconocer sin embarazo alguno. De todos modos, las tres partes componentes del programa: 1) el lassallismo específico, 2) la democracia vulgar a lo Partido Popular y 3) el absurdo, no han mejorado por haber sido mantenidas durante quince años en vinagre como programa oficial del Partido, y si no se lo puede proclamar abiertamente hoy, ¿cuándo se podrá?
   
Si oyes algo nuevo, háznoslo saber, por favor. Muchos saludos.
Tuyo F.E.
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Londres , 11 de febrero de 1891
Querido Kautsky:
   
Muchas gracias por las dos cartas tuyas. Las de Bebel y de Schippel te las devuelvo.
   
El boicot de los berlineses contra mí no ha cesado todavía no oigo ni veo nada por cartas, y ellos seguramente todavía no están definidos. En cambio, hubo en el Hamburger Echo [40] un artículo de fondo, que era muy presentable teniendo en cuenta que esa gente no está aún fuertemente contagiada por lo lassallista e incluso cree en el sistema de los derechos adquiridos[41]. Este artículo así como el Frankfurter Zeitung me han permitido ver también que la embestida de la prensa enemiga ya está en pleno apogeo, cuando no se encuentra ya agotada. Con solo aguantarla -- y hasta ahora ella ha sido, por lo que veo yo, muy liviana -- se repondrá la gente del primer susto. En cambio, el
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corresponsal berlinés de Adler (¿A. Braun?) me agradeció solemnemente por la publicación[42]. Un par de comentarios más como éste, y la resistencia quedará paralizada.
   
El hecho de haberle sido adrede ocultado y sustraído a Bebel el manuscrito en mayo -- junio de 1875, me quedó claro tan pronto como éste me hizo saber que la fecha de su excarcelamiento es el 1ƒ de abril; incluso le he escrito a él que debía haberlo leído en caso de quc no hubiera sucedido "nada irregular". Si es necesario, le pediré en su momento una respuesta a este respecto. El documento estuvo largo tiempo en manos de Liebknecht, y a Bracke le costó gran trabajo recuperarlo de él; Liebknecht quiso guardarlo para sí solo, a fin de utilizarlo en la redacción definitiva del programa. Cómo, ya está a la vista.
   
Envíame envuelto en papel y como manuscrito certificado el artículo[43] de Laffargue, que ya pondré las cosas en orden. Por lo demás, su artículo sobre Padlewski fue bastante bueno y muy útil frente a las distorsiones del Vorwärts sobre la política francesa. En resumen, a Guillermo[*] le toca aquí mala suerte. Por todas partes pone él en los cuernos de las nubes a la república francesa, y por todas partes la demuele Guesde[44], el corresponsal por él mismo contratado.
   
La declaración de la fracción[45], anunciada por Schippel, me es del todo indiferente. Si ellos lo quieren, estoy listo para confirmarles que no tengo la costumbre de pedirles permiso. El que les caiga bien o no la publicación me da lo mismo. Con gusto les dejo el derecho de expresar su opinión desfavorable sobre esto y sobre aquello. Si la historia no llega hasta tal punto que me vea absolutamente obligado a ello, no pienso responder. Conque, esperemos.
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Tampoco escribiré a Bebel a este respecto, porque, en primer lugar, debe él decirme primero qué opinión definitiva se ha formado él sobre el asunto, y, en segundo lugar, cualquier decisión de la fracción está firmada por todos, hayan votado o no a favor. Por lo demás, Bebel se equivoca si cree que yo me dejaría involucrar en una amarga polémica. Tendrían ellos que venirme primero con falsedades, etc., que no pudiera yo dejar pasar. Al contrario, estoy nada menos que empapado de transigencia, no tengo ningún motivo para enojarme y ardo en deseos de tender cualquier puente -- pontón, puente de caballetes, puente de hierro o de piedra, hasta puente de oro -- sobre el posible precipicio o abismo barruntado por Bebel en lontananza.
   
¡Qué raro! Ahora Schippel escribe sobre los numerosos viejos lassalleanos que están orgullosos de su lassallismo -- y ¡cuando aquí estaban[46], todo el mundo era unánime: ya no hay lassalleanos en Alemania! Fue ésta precisamente una razón capital que hizo desaparecer en mí muchas hesitaciones. Y he aquí que viene Bebel y encuentra que gran número de los mejores camaradas están gravemente heridos. Claro que en tal caso se debía haberme contado las cosas tal y como estaban.
   
Además, si ni ahora, 15 años después, se puede hablar abiertamente de los absurdos teóricos de Lassalle y de su profetismo, entonces ¿cuándo?
   
El propio Partido, el Comité Ejecutivo, la fracción y tutti quanti [*] están, sin embargo, protegidos por la Ley Antisocialista contra todo reproche, a no ser aquél por haber adoptado un programa así (reproche que no hay cómo evitar). Mientras esta ley mantenía su vigencia, toda
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revisión del programa quedaba descartada. Así que la ley fue derogada, la revisión se puso al orden del día. Entonces ¿qué más se quiere?
   
También es necesario que la gente deje de una vez por todas de tratar con los eternos guantes satinados a los funcionarios del Partido -- sus propios servidores -- y de portarse de manera más sumisa que crítica ante ellos como ante unos burócratas infalibles.
Tuyo F.E.
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Londres , 11 de febrero de 1891
Querido Sorge:
   
Recibí la carta del 16 de enero. . .
   
El artículo de Marx en Neue Zeit lo has leído. Ha provocado al comienzo gran cólera entre los potentados socialistas en Alemania, cólera que, no obstante, parece estar ya decreciendo. En cambio, en el propio Partido -- con excepción de los viejos lassalleanos -- hay mucho regocijo. El corresponsal de Berlín del Arbeiter-Zeitung [47] de Viena, periódico que recibirás con el próximo correo, me agradece formalmente por el servicio que rendí al Partido (pienso que es Adolf Braun, cuñado de Victor Adler y sub-redactor de Liebknecht en el Vorwärts ). Liebknecht, naturalmente, está furioso, pues a él le estaba especialmente dirigida toda la
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crítica y él es el padre que, junto con el pederasta Hasselmann, ha producido el desastroso programa. Me imagino el horror inicial de la gente que ha insistido hasta ahora en no dejarse tratar por los "camaradas" sino en forma extremadamente suave, en tanto que ve ahora que es tratada tan sans façon [*] y que su programa, denunciado como pura tontería. Como me escribe K. Kautsky, quien se ha portado en todo el asunto con gran coraje, la fracción tiene el propósito de emitir una declaración haciendo constar que la publicación fue hecha sin su conocimiento y que ellos la desaprobaban. Semejante satisfacción bien pueden ellos of recérsela. Pero tal vez ni esto se realice si las aprobaciones procedentes del seno del Partido se multiplican y si ellos encuentran que no vale gran cosa el clamor sobre el "arma así entregada a las manos de los enemigos en contra de nosotros mismos".
   
Mientras tanto, me veo boicoteado por estos señores, lo que está perfectamente bien para mí, pues me ahorra mucho tiempo. De todos modos, esto no va a durar mucho. . .
Tuyo F.E.
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Londres , 23 de febrero de 1891
Querido Kautsky:
   
Habrás recibido mi apresurada felicitación de anteayer. Volvamos, pues, ahora a nuestro asunto, a la carta de Marx.
   
El temor de que proporcionase un arma a los adversarios era infundado. Insinuaciones malignas se vierten contra todo, pero, en conjunto, la impresión que produjo entre los adversarios fue de completa perplejidad ante esta implacable autocrítica, y el sentimiento de ¡qué fuerza interior debe poseer un partido que se permite semejante lujo! Esto es lo que se deduce de los periódicos contrarios que me has enviado (¡muchas gracias!) y de los que han llegado a mis manos por otros conductos. Y, francamente hablando, ésta fue la intención con que yo publiqué el documento. Que esto había de ser muy desagradable en el primer momento, lo sabía yo, pero esto era inevitable, y el contenido del docu-
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mento pesó en mí más que otras consideraciones. Sabía que el Partido era sobradamente fuerte para aguantarlo y calculé que tamnién ahora aguantaría aquel lenguaje franco, emplea do hace quince años, y que se señalaría con justificado orgu llo esta prueba de fuerza y se diría: ¿dónde hay otro partido que se atreva a hacer otro tanto? Pero el decirlo se ha de jado a cargo de los Arbeiter Zeitung de Sajonia y de Viena y del Züricher Post [48].
   
Es magnífico de tu parte el que cargues con la responsabilidad de publicarlo en el número 21 del Neue Zeit [49], pero no olvides que el primer empujón lo di yo, poniéndote, además, por decirlo así, entre la espada y la pared. Por eso recabo para mí la principal responsabilidad. En cuanto a los detalles, sobre esto siempre se pueden tener diversos criterios. He tachado y cambiado todas aquellas cosas a las que tú y Dietz habíais puesto reparos, y si Dietz hubiese señalado más lugares, yo hubiera procurado, dentro de lo posible, ser transigente, de lo cual siempre os he dado pruebas. Pero, en cuanto a lo esencial, yo tenía el deber de dar publicidad a la cosa, ya que se ponía a debate el programa. Y con mayor motivo después del informe de Liebknecht en Halle, en el que éste, por una parte, utilizó sin escrúpulos extractos del documento como si fuesen suyos, y por otra, lo combatió sin nombrarlo, Marx habría opuesto indispensablemente a semejante versión el original, y yo estaba obligado a hacer lo mismo. Desgraciadamente, entonces no tenía aún el documento, que encontré mucho más tarde, después de larga búsqueda.
   
Dices que Bebel te escribe que la forma en que Marx trata a Lassalle les ha hecho mala sangre a los viejos lassalleanos. Es posible. La gente no conoce la verdadera historia, y no estuvo mal explicársela. Yo no tengo la culpa de que esa
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gente ignore que Lassalle debía toda su personalidad al hecho de que Marx le permitió, durante muchos años, adornarse con los frutos de sus investigaciones como si fuesen de él, dejándole además que las tergiversase por falta de preparación en materia de Economía. Pero yo soy el albacea literario de Marx, y esto me impone mis deberes.
   
Lassalle ha pasado a la historia desde hace 26 años. Y si, mientras estuvo vigente la ley de excepción, la crítica histórica le dejó tranquilo, ya va sieudo, por fin, hora de que vuelva por sus fueros y se ponga en claro la posición de Lassalle respecto a Marx. La leyenda que disimula y pone sobre las nubes la verdadera figura de Lassalle, no puede convertirse en artículo de fe para el Partido. Por mucho que se quieran destacar los méritos de Lassalle en el movimiento, su papel histórico dentro de él sigue siendo un papel doble. Al socialista Lassalle le sigue como la sombra al cuerpo el demagogo Lassalle. Por detrás del agitador y organizador, asoma el abogado Lassalle que dirige el proceso de la Hatzfeld[50]: el mismo cinismo en cuanto a la elección de los medios y la misma predilección por rodearse de gentes turbias y corrompidas, que sólo se utilizan o se arrojan como simples instrumentos. Hasta 1862 fue, en su actuación práctica, un demócrata vulgar específicamente prusiano con marcadas inclinaciones bonapartistas (precisamente acabo de releer sus cartas a Marx); luego cambió súbitamente, por razones puramente personales y comenzó sus campañas de agitación; y no habían transcurrido dos años, cuando propugnaba que los obreros debían tomar partido por la monarquía contra la burguesía, y se enzarzó en tales intrigas con Bismarck, afín a él en carácter, que forzosamente le habrían conducido a traicionar de hecho el movimiento si, por suerte para él, no le hubiesen pegado un tiro a tiempo.
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En sus escritos de agitación, las verdades que tomó de Marx están tan embrolladas con sus propias elucubraciones, generalmente falsas, que apenas se separaban unas cosas de otras. El sector obrero que se siente herido por el juicio de Marx, sólo conoce de Lassalle sus dos años de agitación, y, además, vistos de color de rosa. Pero la crítica histórica no puede prosternarse eternamente ante tales prejuicios. Para mí, era un deber descubrir de una vez las verdaderas relaciones entre Marx y Lassalle. Ya está hecho. Con esto puedo contentarme, por el momento. Además, yo mismo tengo ahora otras cosas que hacer. Y el implacable juicio de Marx sobre Lassalle, ya publicado, se encargará por sí solo de surtir su efecto e infundir ánimos a otros. Pero, si me viese obligado a ello, no tendría más remedio que acabar de una vez para siempre con la leyenda de Lassalle.
   
Tiene gracia el que en la fracción hayan aparecido voces que exigen se imponga una censura a Neue Zeit. ¿Es el fantasma de la dictadura de la fracción del tiempo de la ley contra los socialistas (dictadura necesaria y magníficamente dirigida entonces), o son recuerdos de la difunta organización cuartelera de von Schweitzer? Es, en verdad, una idea genial pensar en someter la ciencia socialista alemana, después de haberla liberado de la ley contra los socialistas de Bismarck, a una nueva ley antisocialista que habrían de fabricar y poner en ejecución las propias autoridades del Partido Socialdemócrata. Por lo demás, la propia naturaleza ha dispuesto que los árboles no crezcan hasta el cielo.
   
El artículo del Vorwärts no me inquieta mucho. Esperaré a que Liebknecht relate a su manera lo ocurrido, y después contestaré a ambos en el tono más amistoso posible. Habrá que corregir algunas inexactitudes del artículo del Vorwärts (por ejemplo, la de que nosotros no queríamos la unificación,
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que los acontecimientos han venido a probar que Marx no estaba en lo cierto, etc.), también habra que confirmar algunas cosas evidentes. Con esta respuesta pienso dar por terminado, en cuanto a mí, el debate, caso de que nuevos ataques o afirmaciones inexactas no me obliguen a dar nuevos pasos.
   
Dile a Dietz que estoy trabajando en la nueva edición del Origen[51]. Pero hoy me escribe Fischer que quiere ¡tres prólogos nuevos[52]!
Tuyo F.E.
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Londres , 4 de marzo de 1891
Querido Sorge:
   
Recibí tu carta del 19 de febrero. Mientras tanto, habrás oído algo más sobre la gran indignación de la fracción socialdemócrata respecto a la publicación en el Neue Zeit de la carta de Marx sobre el programa. El asunto continúa todavía. Por de pronto dejo a esa gente cubrirse de verguenza y a este respecto ha perpetrado Liebknecht algo comprometedor en el Vorwärts. Claro que contestaré a su debido tiempo, pero sin camorra innecesaria, aunque parece poco prescindible una leve ironía. Desde luego, toda la gente de cierto peso teórico está de mi lado -- debo excluir a Bebel solamente, quien en los hechos no sin razón se siente herido por mí -- pero esto es inevitable. Hace 4 semanas que, por exceso de trabajo, no puedo mirar el Volkszeitung [53],
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de modo que no sé si ha habido repercusiones fulminantes en América. En Europa espumean los remanentes lassallistas, de los que tenéis allí en número suficiente. . .
Tuyo F.E.
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Londres , 1-2 de mayo de 1891
Querido Bebel:
   
Contesto hoy a las dos cartas tuyas del 30 de marzo y del 25 de abril[54]. Con satisfacción he leído que vuestra boda de plata transcurrió en forma tan magnífica y que os dio las ganas de festejar vuestra futura boda de oro. De todo corazón os deseo a ambos que lleguéis a esa fecha. Te necesitamos para largo tiempo después que a mí -- al decir del viejo Dessauer -- me haya llevado el diablo.
   
Tengo que, ojalá sea ésta la última vez volver a la crítica de Marx al programa. Eso de que "nadie ha levantado objeción contra la publicación en sí misma" lo debo refutar. Liebknecht nunca la habría aceptado voluntariamente y habría hecho todo lo posible para impedirla. Desde 1875, esta crítica le queda tan mal digerida en el estómago que le acude a la mente cada vez que se habla de "programa".
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Todo su discurso en Halle gira en torno a ella. Su mofletudo artículo en el Vorwärts no es más que una expresión de su mala conciencia a causa de la mismísima crítica. En efecto, ella está dirigida contra él en primer lugar. Vimos y sigo viendo en él al padre de todo lo que hay de ruin en el programa de unificación. Y éste fue el punto que determinó mi acción unilateral. Si hubiera yo podido discutir a fondo el asunto contigo solo y luego enviarlo a K. Kautsky para su impresión, nos habríamos puesto de acuerdo en dos horas. Pero entonces te consideraba yo en el deber, desde el punto de vista tanto personal como del Partido, de consultar también con Liebknecht. Y sabía yo lo que sucedería. O bien el amordazamiento o bien una pelea abierta, por lo menos durante algún lapso, incluso contigo, si aún marchaba yo adelante. Que no estaba yo equivocado me lo demuestra lo siguiente: como saliste del calabozo el 1ƒ de abril y el documento va con fecha 5 de mayo, se hace evidente -- hasta nueva aclaración -- que se te sustrajo deliberadamente el asunto, y esto pudo ocurrir sólo por parte de Liebknecht. Pero, por amor a la paz, tú le permites difundir por el mundo la mentira de que por encontrarte entonces entre rejas no alcanzaste a ver la cosa. En tal caso, aún antes de la impresión, tú habrías tenido consideraciones con él a fin de evitar un escándalo en la dirección. Esto lo juzgo también comprensible, pero espero que comprenderás por tu parte que tomé en consideración el hecho de que con toda probabilidad se habría procedido de esta manera.
   
Acabo de pasar revista una vez más a la cosa. Tal vez haya todavía algo que se hubiera podido quitar sin perjudicar al conjunto. Pero no mucho, con toda seguridad. ¿Cuál era la situación? Sabíamos tan bien como vosotros y
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como, por ejemplo, el Frankfurter Zeitung del 9 de marzo del año 75, el cual encontré, que con la aceptación del proyecto por parte de vuestros plenipotenciarios quedó deci dido el asunto. De modo que Marx escribió la cosa sólo para absolver su conciencia; dixi et salvavi animam meam [*] está escrito allí abajo como muestra, sin ninguna esperanza de éxito. Y la fanfarronería de Liebknecht con el "categórico no" no es, pues, más que pálida jactancia, y él lo sabe también. Si habéis cometido una tontería en la elección de vuestros representantes y ahora, para no dejar fracasar toda la unificación, tenéis que tragar el programa, no podéis, desde luego, poner reparo alguno a que ahora, pasados ya 15 años, se publique la advertencia que se os dirigió antes de la última decisión. No por esto estáis señalados ni como imbéciles ni como impostores, a menos que reclaméis infalibilidad para vuestros actos oficiales.
   
Seguramente no has leído la advertencia. Y esto también ha sido publicado, de modo que estás en una situación excepcionalmente favorable en comparación con los demás, que la han leído pero que se han adherido al proyecto.
   
La carta de introducción la cansidero muy importante, porque en ella está expuesta la única política correcta. Una acción paralela durante un período de prueba era lo único que podía salvaros del chalaneo con los principios. Pero Liebknecht no quería verse privado por nada del mundo de la gloria de haber realizado la unificación y, en estas circunstancias, es un milagro que no haya ido aún más lejos en sus concesiones. Hace tiempo que ha adquirido de la democracia burguesa una verdadera manía de unificación y permanece de ella poseído.
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Que los lassalleanos vinieron porque tuvieron que venir, porque todo su partido se hacía pedazos, porque sus dirigentes eran o bien lumpens o bien burros a los que las masas no querían seguir más, todo esto puede decirse hoy en la escogida forma suave. Naturalmente, su "organización robusta" acabó con una disolución completa. Es, por tanto, ridículo cuando Liebknecht trata de justificar la aceptación en bloque del artículo de fe lassalleano alegando que los lassalleanos han sacrificado su robusta organización -- ¡ya no había nada más que sacrificar!
   
¿Te preguntas de dónde provienen las oscuras y confusas frases en el programa? Pero si todas ellas son justamente la encarnación del mismo Liebknecht, ha sido por ellas por las que hemos reñido con él durante años y es de ellas de lo que él se pavonea. Ha sido él siempre poco claro en lo teórico, y hasta hoy nuestra aguda formulación sigue siendo para él una abominación. En cambio, como viejo miembro del Partido Popular, le gustan hasta hoy frases altisonantes que permitan pensar lo que se quiera o incluso no pensar nada. Si entonces hablaban franceses, ingleses y americanos con fusos sobre la "liberación del trabajo" en lugar de la de la clase obrera por no tener un mejor conocimiento del asunto, si hasta en los documentos de la Internacional había que emplear acá y allá el lenguaje de la gente a quien se hablaba, esto fue para Liebknecht un fundamento suficiente para retrotraer por la fuerza la manera de expresión del Partido alemán al mismo punto de vista caduco. De ningún modo puede decirse que lo haya hecho "a sabiendas de que mejor sería no hacerlo", porque efectivamente no sabía nada mejor, y no estoy seguro de si no será esto aplicable hoy también. De todos modos, siempre anda recayendo en la vieja y vaga forma de expresión, forma que es, desde luego, más fácil de
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aplicar en lo retórico. Y como seguramente a él le importan las reivindicaciones democráticas fundamentales que creía comprender, por lo menos en igual grado en que importan los principios económicos que no comprendía con claridad, era ciertamente honesto cuando creía haber hecho un brillante negocio al cambiar los artículos del arsenal democrático por los dogmas lassalleanos.
   
En cuanto a los ataques a Lassalle, éstos eran para mí lo más importante, como he dicho ya. Al aceptar todas las frases y exigencias económicas esenciales lassalleanas, los de Eisenach se habían convertido prácticamente en lassalleanos, por lo menos según el programa. Los lassalleanos no han sacrificado nada, absolutamente nada, de lo que podían haber mantenido. Para completar la victoria de estos últimos, habéis aceptado como canción del Partido la moralizante prosa rimada con que el señor Audorf conmemoró a Lassalle[55]. Y durante los 13 años de la Ley Antisocialista no hubo, claro está, posibilidad de alzarse dentro del Partido contra el culto a Lassalle. Había que poner fin a esto y es lo que he provocado. Nunca más permitiré que la falsa gloria de Lassalle se mantenga y se predique nuevamente a expensas de Marx. Pocos son los que han conocido personalmente a Lassalle y lo han adorado, y entre todos los demás el culto a Lassalle es algo puramente fabricado, fabricado a causa de nuestra tolerancia tácita a pesar de que sabíamos que así no estaba bien; no tiene si quiera como justificación la adhesión personal. A los inexpertos y a los recién llegados se les dio la debida atención mediante la publicación de la cosa en el Neue Zeit. Pero no admito en absoluto que en tales cosas deba la verdad histórica dar marcha atrás -- después de 15 años de mansa paciencia -- ante las conveniencias y la posibilidad
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de ofensa dentro del Partido. Es inevitable que en tales casos haya quienes resulten heridos. Lo es también que refunfuñen entonces. Si luego dicen que Marx ha tenido celos de Lassalle y si a su voz se suma la de periódicos alemanes y hasta (!!) del Vorbote [56] de Chicago (que escribe para más lassalleanos específicos -- en Chicago -- que los existentes en toda Alemania), esto me afecta menos que una picadura de pulga. Se nos han imputado cosas bien distintas y, sin embargo, hemos pasado al orden del día. El ejemplo lo dio Marx al tratar ásperamente al santo Ferdinand Lassalle, y esto es, por de pronto, suficiente.
   
Ahora otra cosa: Como buscáis impedir por la fuerza la publicación del artículo y habéis enviado a Neue Zeit advertencias de que, en caso de recidiva, sería probablemente estatizada por el Partido y colocada bajo censura, la toma de posesión de toda vuestra prensa por el Partido no deja de parecerme de un sentido peculiar. ¿Cómo os distinguís de Puttkamer cuando introducís en vuestras propias filas una Ley Antisocialista? Cierto es que, personalmente, esto me da lo mismo, pues ningún Partido en ningún país puede con denarme al silencio si estoy decidido a hablar. Pero me gustaría que pensaseis si no os quedaría mejor ser menos sensibles y un poco menos . . . prusianos en el comportamiento. Vosotros -- el Partido -- necesitáis la ciencia socialista, y ésta no puede vivir sin la libertad de desarrollo. Por esto se tiene que aceptar los inconvenientes, y mejor se lo hace con decoro, sin alterarse. Una tirantez, aunque sea leve, para no hablar de una fisura, entre el Partido alemán y la ciencia socialista alemana sería un infortunio y un desastre sin paralelo. Se cae de su peso que el comité, es decir, tú personalmente, tiene y debe tener una significativa influencia moral sobre Neue Zeit y sobre todo lo demás que se
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publique. Pero esto debe y también puede seros suficiente. En el Vorwärts se hace siempre alarde de la inviolable libertad de discusión, pero no se nota mucho en este sentido. No sabéis absolutamente lo extraña que parece aquí en el extranjero semejante predilección por las medidas coercitivas, aquí donde la gente está acostumbrada a ver a los más viejos jefes del Partido debidamente llamados a rendir cuentas en el seno de su Partido (por ejemplo, el gobierno tory por lord Randolph Churchill). Y entonces no debéis tampoco olvidar que la disciplina en un gran Partido de ningún modo puede ser tan rigurosa como en una pequeña secta y que la Ley Antisocialista, que ha juntado a los lassalleanos y los de Eisenach (según Liebknecht, ¡esto se debe al espléndido programa!) y ha hecho necesario un vínculo tan estrecho, no existe más . . .
F.E.
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pág. 85
   
* Hermann Ramm: Uno de los redactores del Volksstaat.
Londres , 11 de octubre de 1875
   
* Jefe de la policía política de Prusia.
   
** Fiscal general de Prusia.
   
* Se refiere a la Crítica del programa de Gotha.
   
* Se refiere a la Crítica del programa de Gotha.
   
Victor Adler (1852-1918), fundador y dirigente del Partido Socialdemócrata de Austria, más tarde uno de los cabecillas de la corriente oportunista de dicho partido y de la II Internacional.
   
* Eduard Bernstein.
   
* Augusto Bebel.
   
** Se refiere a los eisenachianos.
   
* Se refiere a Guillermo Liebknecht.
   
* Todos los demás.
SORGE
   
* Sin contemplaciones.
   
* He dicho y he salvado mi alma.
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[1]
La Crítica del programa de Gotha de Marx es un documento programático del marxismo y permanece como un ejemplo de lucha irreconciliable contra el oportunismo. Redactada en abril y comienzos de mayo de 1875, esta crítica fue enviada el 5 de mayo del mismo año por Marx a uno de los dirigentes eisenachianos (W. Bracke) para dar sus opiniones sobre el próyecto de programa del Partido Socialdemócrata Alemán, próximo a surgir de un proceso de unificación, y para preparar el congreso de unificación de Gotha.
   
La Crítica del programa de Gotha fue publicada por primera vez por Engels en 1891 a despecho de la oposición de los dirigentes oportunistas del Partido Socialdemocrata Alemán. Apareció en el Neue Zeit, órgano teórico de ese Partido, tomo I, Nƒ 18 de 1891, con un prefacio de Engels.
   
Esta publicación fue acompañada de una carta de Marx dirigida el 5 de mayo de 1875 a W. Bracke y relacionada directamente con el asunto.
   
Por la carta de Engels a C. Kautsky del 23 de febrero de 1891 se echa de ver que Engels se vio obligado a moderar algunos de los pasajes más asperos en el momento de la publicación. El documento que publicamos en este libro es totalmente idéntico al manuscrito de Marx.
[pág. 1]
[2]
En el congreso de Gotha (22-27 de mayo de 1875), las dos organizaciones obreras alemanas entonces existentes, a saber, el Partido Obrero Socialdemócrata (los eisenachianos), fundado en 1869 en Eisenach y dirigido por Liebknecht y Bebel, y la Asociación General de los Trabajadores Alemanes, dirigida por los lassalleanos Hasenclever, Hasselmann y Tölcke, se fusionaron para formar un partido único, el Partido Obrero Socialista de Alemania.
[pág. 3]
[3]
El congreso del Partido de la socialdemocracia alemana en Halle, el primero que se celebró a raíz de la derogación de la ley contra los socialistas, decidió el 16 de octubre de 1890, a propuesta de W. Liebknecht, autor principal del programa de Gotha, preparar para el próximo congreso
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del Partido el proyecto de un nuevo programa. Este último, conocido como el programa de Erfurt, fue adoptado en octubre de 1891 en el congreso de Erfurt.
[pág. 3]
[4]
El Congreso de La Haya de la Asociación Internacional de los Trabajadores, celebrado del 2 al 7 de septiembre de 1872, contó con una asistencia más representativa que ninguno de los congresos anteriores: los 65 delegados representaban 15 organizaciones nacionales. Dirigido personalmente por Marx y Engels, el Congreso coronó con el triunfo la lucha que durante años venían sosteniendo Marx y Engels así como sus companeros de armas contra las diversas variantes de sectarismo pequenoburgues existentes en el movimiento obrero. Fueron condenadas las actividades escisionistas de los anarquistas, y su cabecilla Bakunin y otros, expulsados de la Internacional. Las resoluciones adoptadas por el Congreso de La Haya echaron las bases para el surgimiento posterior de partidos independientes de la clase obrera en diversos países.
[pág. 4]
[5]
Los días 7-9 de agosto de 1869 se celebró en Eisenach un congreso de los socialdemocratas alemanes, austriacos y suizos. En el curso del Congreso fue fundado el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, conocido también como partido de los eisenachianos. El programa que aprobó el Congreso, o Programa de Eisenach, mantenia en general el espíritu de las reivindicaciones de la Internacional.
[pág. 6]
[6]
Se refiere a palabras de Bakunin en su libro Política y anarquia, cuyo primer tomo apareció en Suiza en 1873. En el resumen que hizo de dicho libro, Marx demostró lo infundadas que eran las acusaciones formuladas allí por Bakunin.
[pág. 6]
[7]
El Partido Popular de Alemania fue fundado en 1865 principalmente por demócratas de la pequeña burguesía y de una parte de la burguesía en Alemania del Sur. Se oponía al establecimiento de la hegemonía de Prusia sobre Alemania, lanzaba consignas democráticas vagas contra esta política prusiana, reflejando al mismo tiempo la tendencia separatista de algunos estados alemanes. Difundia la idea de fundar una Alemania federada en lugar de una Alemania unificada que revistiera la forma de una república democrática centralizada.
   
En 1866, el Partido Popular de Sajonia, fundado sobre una base obrera, se fusionó con el Partido Popular de Alemania y palso a ser su ala izquierda, que nada tenía de común con dicho partido a no ser por su estado de animo antiprusiano y su intención de conjugar esfuerzos en pro de la solución de los problemas de la unificación nacional a través de la democracia. Posteriormente, su evolución hacia el socialismo lo hizo apartarse de los demócratas de la pequeña burguesía. Participó
pág. 93
en agosto de 1869 en las labores de la fundación del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán.
[pág. 6]
[8]
Se refiere a la traducción francesa del primer tomo de El Capital, publicada en Paris por entregas, bajo el control del propio Marx, entre 1872 y 1875.
[pág. 7]
[9]
Se trata de la editorial del Partido Obrero Socialdemócrata anexa a la redacción del órgano central del Partielo, el Volksstaat (Estado Popular ).
[pág. 7]
[10]
Se refiere a la segunda edición de esta obra de Marx, publicada en 1875 en Leipzig por el Volksstaat.
[pág. 7]
[11]
Se trata aquí de las elecciones del lo de enero de 1874 al reichstag.
[pág. 22]
[12]
Con este calificativo tal vez se refiera Marx irónicamente a Hasselmann, redactor en jefe del Neuer Social-Demokrat.
   
Este periódico era el órgano central de la Asociación General de los Trabajadores de Alemania (lassalleanos) que aparecía en alemán tres veces por semana en Berlín (1871-1876). La tendencia de dicho periódico reflejaba enteramente la política practicada por los lassalleanos para acomodarse al régimen de Bismarck y complacerse con la clase dominante de Alemania y, por consiguiente, con el oportunismo y el nacionalismo de los dirigentes lassalleanos. Partiendo de esta posición de sectarismo, dicho periódico se opuso sistemáticamente a los dirigentes marxistas de la Internacional y al Partido Obrero Socialdemócrata Alemán y apoyó la actividad de los bakuninistas y la de los partidarios de los grupos antiproletarios contra el Consejo General de la Internacional.
[pág. 22]
[13]
La Liga de la Paz y la Libertad, organización pacifista burguesa, fue fundada en 1867 en Suiza por un grupo de pequeñoburgueses republicanos y liberales (V. Hugo y G. Garibaldi así como otros tomaron parte activa en sus actividades). De 1867 a 1868, Bakunin participó en su trabajo. Al comienzo, la Liga trató de utilizar el movimiento obrero para sus propios fines. Difundía entre las masas la ilusión de que la creación de unos "Estados Unidos de Europa" permitiría poner fin a las guerras, y desviaba así al proletariado de la lucha de clases.
[pág. 23]
[14]
Después del fracaso de la Comuna de París, Bismarck trató, entre 1871 y 1872, de firmar un acuerdo con Austria y Rusia con miras a reprimir conjuntamente el movimiento revolucionario, sobre todo la I Internacional. En octubre de 1873, los tres países concertaron la alianza tripartita preconizada por Bismarck, o sea, un acuerdo de acción común de los gobiernos de los tres países en casos de "disturbios en Europa".
[pág. 23]
pág. 94
[15]
Marx hace alusión al editorial publicado el 20 de marzo de 1875 en el Norddeutsche Allgemeine Zeitung. Allí, en lo tocante al proyecto de programa del Partido Socialdemócrata Alemán se lee lo siguiente: "La agitación socialdemócrata ha pasado a set más circunspecta en muchos aspectos: reniega de la Internacional. . ."
   
Norddeutsche Allgemeine Zeitung, periódico conservador publicado en Berlín entre 1861 y 1918, fue órgano of icioso del gobierno de Bismarck durante las décadas del 60 al 80.
[pág. 24]
[16]
Lassalle formuló su "ley de bronce" en estos términos: "La ley económica de bronce que, en las condiciones de hoy, bajo el poder de la oferfa y la demanda del trabajo, determina los salarios, es ésta: el promedio de salario permanece siempre reducido a la indispensable subsistencia que por lo común necesita un pueblo para prolongar su existencia y para la reproducción.
   
Este es el punto en torno al cual oscila el salario diario real, sin poder aumentar demasiado ni rebajarse demasiado por mucho tiempo. El salario diario real no puede permanecer largamente por encima de este promedio, porque entonces el mejoramiento de la situación de los obreros conduciría a un aumento de la población obrera y con ello de la oferta de mano de obra, lo que rebajaría nuevamente el salario a su nivel anterior o incluso por debajo de éste.
   
El salario no puede, tampoco, quedar muy por debajo del nivel necesario de la subsistencia por largo tiempo, ya que entonces sucederían la emigración, el celibato y la abstención de procreación y finalmente, como resultado de la miseria, el descenso de la población obrera, lo que reduciría la oferta de mano de obra y haría subir el salario nuevamente a su antiguo nivel elevado. Así, pues, el promedio de salario real existe en constante movimiento alrededor de ese centro de gravedad: baja y sube, ora un poco por encima, ora un poco por debajo de ese nivel." (Véase Libro de lectura para obreros, discursos de Lassalle en Francfort del Meno el 17 y el 19 de mayo de 1863, Ediciones Hottingen-Zürich, 1887)
   
Esta "ley" la desarrolló Lassalle por primera vez en sus Respuestas abiertas al Comité Central sobre la convocatoria de un Congreso General Alemán de Obreros en Leipzig, Zürich, 1863, págs. 15-16.
[pág. 24]
[17]
Verso de la obra de Goethe Lo divino.
[pág. 25]
[18]
Se refiere a las observaciones de Freidrich Albert Lange en su obra Die Arbeiterfrage in ihrer Bedeutúng für Gegenwart und Zukunft (El problema obrero en su significación para el presente y el futuro ), Duisburg, 1865.
[pág. 25]
pág. 95
[19]
El Atelier, revista mensual en francés de los artesanos y obreros que se encontraban bajo la influencia de las ideas del socialismo católico, publicada en Paris de 1840 a 1850. Su redacción, que se elegía cada tres meses, estaba constituida por representantes de los obreros.
[pág. 28]
[20]
A los eisenachianos se les llamaba también "los honrados".
[pág. 31]
[21]
Kulfurkampf (Lucha cultural ) era como llamaban los liberales burgueses al conjunto de medidas legislativas adoptadas por el gobierno de Bismarck en los años 70 del siglo XIX. Al socaire de la lucha por una cultura laica, estas medidas se dirigían contra la iglesia católica y el partido del "centro", que apoyaban las tendencias separatistas y antiprusianas de los funcionarios, los terratenientes y la burguesia de los pequeños y medianos estados del Suroeste de Alemania. En la década del 80, para reunir las fuerzas reaccionarias, Bismarck derogó la mayor parte de estas medidas.
[pág. 34]
[22]
El contenido de esta carta está estrechamente ligado a la Crítica del programa de Gotha y pone de manifiesto el punto de vista común de Marx y Engels sobre la unificación de los dos partidos obreros alemanes -- los eisenachianos y los lassalleanos, que habían decidido efectuar esta unificación a comienzos de 1875. El Volksstaat y el Neuer Social-Demokrat publicaron el 7 de marzo de 1875 el proyecto de Programa del Partido Obrero Alemán relativo a la unificación en cuestión. Esta fue la causa directa por la que Engels escribió la carta. Este proyecto, que contenía una serie de datos erróneos anticientificos y concesiones hechas a los lassalleanos, fue adoptado, después de algunas enmiendas, por el congreso de unificación que se celebró en Gotha en mayo de 1875 y de ahí el nombre de programa de Gotha.
   
Marx y Engels tomaron una posición afirmativa respecto a la unificación de los dos partidos obreros, pero, como manifestaron ellos, ésta no podría realizarse sino sobre una base de principio sana y a condición de que, en el terreno teórico así como en el terreno político, no se cediese ante los lnssalleanos, quienes habían perdido su influencia entre las masas obreras. En su carta a Bebel (que constituía un documento para guiar a los eisenachianos, partidarios del marxismo), Engels criticó el proyecto de programa de Gotha y aconsejó a los eisenachianos que resistieran a las exigencias de los lassalleanos. Hubieron de pasar treinta y seis años antes de que esta carta se publicara por primera vez en el libro de Bebel Aus meinem Leben (De mi vida ), t. II, Stuttgart, 1911.
[pág. 22]
[23]
El Volkstaat, órgano central del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (de los eisenachianos). Apareció en Leipzig del 2 de octubre
pág. 96
de 1869 al 29 de septiembre de 1876, primero como quincenario y luego tres veces por semana a partir de julio de 1873. Como este periódico expresaba el punto de vista de los representantes de los revolucionarios del movimiento obrero de Alemania, era blanco de persecuciones del gobierno y de la policía. Su redacción cambiaba frecuentemente porque los redactores eran constantemente detenidos, pero su dirección general estuvo siempre en manos de W. Liebknecht. A. Bebel, quien dirigía la labor de la Editorial del Volksstaat, desempeñó un gran papel en su trabajo. Desde su creación, Marx y Engels eran colaboradores del periódico, ayudaban frecuentemente a su redacción y orientaban su linea de conducta. Es por esto que figuró como uno de los más famosos periódicos obreros en la década del 70 del siglo XIX.
   
Por decisión del congreso de Gotha de 1876, comenzó a aparecer, el 1ƒ de octubre del mismo año, en sustitución del Volksstaat y del Neuer Social-Demokrat, el Vorwärts, órgano central único del Partido Obrero Socialista Alemán, que dejó de circular el 27 de octubre de 1878 a raíz de la entrada en vigor de la Ley Antisocialista.
[pág. 41]
[24]
Frankfurter Zeitung und Handelsblatt (Periódico de Francfort y Hoja de Comercio ), diario de tendencia democrática pequeñoburguesa, aparecido en Francfort del Meno desde 1856 (bajo este título a partir de 1866) hasta 1943.
[pág. 41]
[25]
Se refiere a los siguientes artículos del proyecto de programa de Gotha:
   
"El Partido Obrero Alemán reclama como base libre del Estado:
   
1. Derecho electoral general, igual, directo y secreto para todos los hombres mayores de 21 años de edad inclusive para todas las elecciones nacionales y municipales;
   
2. Legisíación directa por el pueblo con derecho a proponer y rechazar;
   
3. Servicio militar general, milicia popular en lugar del ejército permanente. Decisión sobre la guerra y la paz por la representación popular;
   
4. Derogación de todas las leyes de excepción, sobre todo de las leyes de prensa, asociación y reunión;
   
5. Justicia por el pueblo. Administración de la justicia con carácter gratuito.
   
El Partido Obrero Alemán reclama como base espiritual y moral del Estado:
   
1. Educación popular general e igual a cargo del Estado. Asistencia escolar obligatoria general. Instrucción gratuita;
   
2. Libertad de la ciencia. Libertad de conciencia."
[pág. 41]
pág. 97
[26]
Véase C. Marx, El Capital, t. I, séptima sección.
[pág. 43]
[27]
Engels hace alusión al folleto de W. Bracke Der Lassalle'sche Vorschlag (La proposición lassalleana ), Brunswick, 1873.
[pág. 43]
[28]
Se trata de la Miseria de la filosofía de C. Marx.
[pág. 45]
[29]
Demokratisches Wochenblatt (Semanario Democrático ), periódico de los obreros alemanes, apareció en Leipzig de enero de 1868 a septiembre de 1869 bajo la dirección de W. Liebknecht. Pasó a ser, desde diciembre de 1868, el órgano de la Federación de Asociaciones de los Obreros Alemanes, dirigida por A. Bebel. Había sufrido en sus primeros tiempos cierta influencia pequeñoburguesa del Partido Popular, pero comenzó poco más tarde, gracias a los esfuerzos de Marx y Engels, a luchar contra los lassalleanos, propagó las ideas de la Internacional publicando sus documentos importantes y desempeñó un gran papel en la fundación del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán. Fue proclamado órgano central de este último en el congreso de Eisenach en 1869 bajo la nueva denominación de Volksstaat (véase nota 23).
[pág. 46]
[30]
En el congreso de Gotha, el organismo de dirección del Partido fue elegido compuesto de representantes de las dos organizaciones que acababan de fusionarse. El Comité estaba en manos de los lassalleanos: Wilhelm Hasenclever, Georg Wilhelm Hartmann y Karl de Rossi, así, como de los eisenachianos August Geib e Ignaz Auer.
[pág. 49]
[31]
En el año 321 antes de nuestra era, durante la segunda guerra samnita, los samnitas infligieron una derrota al ejército romano en el desfiladero cerca de Caudium, ciudad de la antigua Italia, y obligaron al ejército vencido a pasar bajo el yugo, cubriéndolo así de humillación, y de ahí la expresión: "pasar bajo las horcas caudinas".
[pág. 50]
[32]
Aquí se hace alusión a la proposición del Comité de quitar de la lista de la literatura del Partido las obras antilassalleanas de B. Becker: Enthüllungen über das tragische Lebensende Ferdinand Lassalles (Revelaciones sobre la muerte trágica de Ferdinand Lassalle ), Schleiz, 1868; Geschichte der Arbeiteragitation Lassalles (Historia de la propaganda de Lassalle entre los obreros ), Brunswick, 1874, y de W. Bracke: Der Lassalle'sche Vorschlag (La proposición lassalleana ), Brunswick, 1873.
[pág. 51]
[33]
Se trata de las próximas elecciones al reichstag del 10 de enero de 1877.
[pág. 52]
[34]
Es decir, Liebknecht, Bebel y otros miembros de la redacción del Volksstaat.
[pág. 52]
[35]
Neue Zeit, periódico teórico del Partido Socialdemócrata Alemán que apareció de 1883 a 1923 en Stuttgart. Kautsky fue su redactor
pág. 98
hasta 1917. Engels publicó allí numerosos artículos entre 1885 y 1895; orientó con frecuencia su redacción y criticó enérgicamente sus desviaciones del marxismo.
[pág. 58]
[36]
Alusión al trabajo de Engels In Sachen Brentano contra Marx wegen angeblicher Citatsfälschung, Geschichtserzählung und Dokumente (En el asunto Brentano contra Marx a propósito de la sedicente falsificación de citas. Historia y documentos ). Este trabajo apareció bajo forma de folleto en 1891 en Hamburgo.
[pág. 58]
[37]
Es decir, el informe de W. Liebknecht sobre el programa del Partido con motivo del congreso del Partido Socialdemócrata Alemán en Halle el 15 de octubre de 1890 (véase nota 3).
[pág. 59]
[38]
El número 18 de Neue Zeit, que contenía la crítica de Marx, apareció el 31 de enero de 1891. El Vorwärts la publicó en sus números del 1ƒ y del 3 de febrero de 1891.
   
El Vorwärts, órgano central del Partido Socialdemócrata Alemán que apareció de 1876 a 1878 en Leipzig, de 1891 a 1933 en Berlín; estuvo bajo la dirección de Liebknecht y de Hasenclever desde 1876 hasta 1878, y bajo la dirección exclusiva del primero desde 1891 hasta 1900.
[pág. 61]
[39]
Los dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán trataron de impedir la distribución del Neue Zeit, núm. 18, en el cual estaba insertada la Crítica del programa de Gotha de Marx.
   
La Ley Antisocialista, que puso fuera de la ley al Partido Socialdemócrata Alemán, había sido promulgada por el gobierno de Bismarck con el apoyo de la mayoría del reichstag el 21 de octubre de 1878, tenía como objetivo reprimir al movimiento socialista y obrero. La validez de esta ley debía alargarse cada dos o tres años. Pero fue derogada el 1ƒ de octubre de 1890 bajo la presión del movimiento de las masas obreras.
[pág. 61]
[40]
Hamburger Echo (Eco de Hamburgo ), periódico del Partido Socialdemócrata, editado en Hamburgo a partir de 1887.
[pág. 64]
[41]
El editorial Zur Kritik des sozialdemokratischen Programms (Sobre la crítica del programa del Partido Socialdemócrata ), insertado en el Hamburger Echo, núm. 33, el 8 de febrero de 1891, subrayaba la gran significación que para la formulación del nuevo programa de los socialdemócratas alemanes había tenido la carta de Marx publicada por Engels sobre el programa de Gotha.
   
Engels se refiere aquí al sistema de los derechos adquiridos, expuesto por Lassalle en su libro del mismo nombre, editado en 1861 en Leipzig. Lassalle explica en su libro las relaciones legales entre los hombres desde un punto de vista idealista y bajo el ángulo de la filosofía y la jurisprudencia.
[pág. 64]
pág. 99
[42]
Una noticia de Berlín, aparecida en el núm. 6 del Arbeiter-Zeitung de Viena el 6 de febrero de 1891, informa que Engels publicó en Alemania un documento de gran significación teórica y práctica: la Critíca de Marx sobre el proglama del Partido alemán aprobado en el congreso de Gotha en 1875. Al comentar las contribuciones de Engels, el autor de ese artículo hace notar que "en el momento actual, cuando es justamente el momento de formular con toda claridad y sin el menor compromiso la base teórica de nuestro Partido, esta publicación viene exactamente al caso."
[pág. 65]
[43]
Se trata del artículo de Paul Lafargue escrito para la revista Neue Zeit, pero que no apareció en ésta, sino en la Revue Socialiste, núm. 93, t. XVI, 1892, titulado "La teória del valor y de la plusvalía de Marx y los economistas burgueses".
[pág. 65]
[44]
Jules Guesde denunció en sus Briefe aus Frankreich (Cartas de Francia ), publicadas en el Vorwärts, núms. 23 y 25 del 28 y del 30 de enero de 1891, la política de represión del movimiento obrero en el interior, política atentatoria al honor de la República que aplicaban los republicanos moderados burgueses -- los llamados oportunistas -- con Jean Antoine Ernest Constens, Pierre Maurice Rouvier y otros a la cabeza.
[pág. 65]
[45]
El Vorwärts, en su número del 13 de febrero de 1891, publica un editorial titulado "Der Marx'sche Programm-Brief" (La carta de Marx sobre el Programa), en que se expresa la posición oficial del Comité Ejecutivo del Partido sobre la Crítica del programa de Gotha. El artículo se pronuncia categóricamente contra el juicio emitido por Marx sobre Lassalle y considera como un mérito del Partido el haber aprobado el proyecto de programa a despecho de la crítica de Marx y el haber dado los dirigentes de los eisenachianos un "no categórico" a los consejos de una autoridad cientifica como Marx.
[pág. 65]
[46]
Venidos a Londres como representantes del Partido Socialdemócrata Alemán para saludar a Engels con motivo de su 70ƒ cumpleaños (el 28 de noviembre de 1890), August Bebel, Wilhelm Liebknecht y Paul Singer fueron huéspedes de Engels en su casa desde el 27 de noviembre hasta comienzos de diciembre de 1890. A propuesta de Engels, los representantes socialdemócratas alemanes se encontraron con Eleanor Marx Aveling, John Burns, William Thorne y Cunninghame-Graham, activistas del movimiento obrero inglés, e intercambiaron con ellos puntos de vista sobre los problemas del movimiento obrero internacional y, en particular, sobre los medios de reforzar las ligazones internacionales entre los partidos y las organizaciones socialistas y obreros.
[pág. 66]
pág. 100
[47]
Arbeiter-Zeitung, órgano central del Partido Socialdemócrata de Austria, creado en 1889 en Viena por Victor Adler.
[pág. 68]
[48]
Sächsische Arbeiter-Zeitung, semanario del Partido Socialdemócrata, editado en Dresde a partir de 1890 y que más tarde pasó a ser diario.
   
Züricher Post, periódico de la socialdemocracia, editado en Zurich de diciembre de 1890 a abril de 1891.
[pág. 71]
[49]
Neue Zeit (núm. 21, t. I, 1890-1891) reprodujo el editorial del núm. 37 del Vorwärts del 13 de febrero de 1891 (véase nota 45). Además de su introducción al editorial del Vorwärts, la redacción de Neue Zeit agregó: "El hecho es que no consideramos como nuestro deber poner esta carta de Marx en el conocimiento de la fracción del Partido Socialdemócrata. Tomamos sobre nosotros mismos la responsabilidad de su publicación."
[pág. 71]
[50]
Lassalle fue el abogado de la condesa de Hatsfeldt en su proceso de divorcio (1845-1854).
[pág. 72]
[51]
Se trata de la preparación por Engels de la 4a edición de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1891).
[pág. 74]
[52]
En su carta del 20 de febrero de 1891, Richard Fischer hizo saber a Engels la decisión del Comité Central Ejecutivo del Partido de reeditar La guerra civil en Francia y Trabajo asalariado y capital de Marx y Del socialismo utópico al socialismo cientifico de Engels, y le pidió escribir prefacios para las nuevas ediciones.
[pág. 74]
[53]
Es decir, el periódico New-Yorker Volkszeitung, fundado en 1878 en Nueva York por Sorge, quien asumió su dirección.
[pág. 75]
[54]
En su carta del 30 de marzo de 1891, August Bebel explicó la razón de su largo silencio; dijo que no había querido responder directamente después de la publicación de la carta de Marx sobre el Programa porque no estaba de acuerdo con esta manera de proceder. Luego, estuvo muy atareado por las actividades del reichstag. Bebel consideraba inoportuno publicar la carta anexa del 5 de mayo de 1875 de Marx a Bracke y estimaba que ésta concernía, según él, no al programa del Partido, sino a sus dirigentes. La mayor razón de su oposición residía en el hecho de que esta carta proporcionaría armas a los enemigos para oponerse a los socialistas y que la áspera crítica contra Lassalle irritaría a los ex lassalleanos dentro del Partido.
   
Bebel, en su carta del 25 de abril de 1891, expone a Engels la situacion del movimiento obrero alemán y sobre todo la de la huelga en la región hullera Rhin-Westfalia. Consideraba que esta huelga era inoportuna, ya que ayudaría a los propietarios a encontrar pretextos para sofocar el
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descontento de los mineros. Frente a las provocaciones posibles de los policías (ante todo en visperas del 1ƒ de mayo), el Comité Ejecutivo del Partido recomendó a los mineros que no se lanzasen a acciones prematuras.
[pág. 77]
[55]
Alusión al prólogo compuesto por Audorf con motivo del servicio fúnebre de Ferdinand Lassalle el 4 de septiembre de 1876.
[pág. 81]
[56]
El Vorbote, periódico anarquista en alemán publicado a partir de 1881 en Chicago.
[pág. 82]
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