Del
Obras Escogidas de Mao Tsetung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
Primera edición 1977
PEKIN
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Julio de 1957
En el período de la revolución socialista en nuestro país, la contradicción entre el pueblo y los derechistas burgueses, que se oponen al Partido Comunista, al pueblo y al socialismo, es una contradicción entre nosotros y el enemigo, contradicción antagónica, inconciliable, de vida o muerte.
    Los derechistas burgueses, que han lanzado una desenfrenada ofensiva contra la clase obrera y el Partido Comunista, son reaccionarios, contrarrevolucionarios. En vez de llamarlos así, los llamamos simplemente derechistas, porque ello nos ayuda, en primer término, a ganar a los elementos de centro y, en segundo, a desintegrar a los derechistas, de manera que una parte de éstos puedan cambiar y pasarse a nuestro lado.
    Aquellos derechistas burgueses que se mantienen invariables hasta el final, son los recalcitrantes; también a ellos les daremos alguna ocupación y no los privaremos de los derechos ciudadanos, siempre y cuando no actúen como agentes secretos del enemigo ni realicen nuevas actividades de zapa. Procedemos así en vista de que las medidas políticas extremas que se aplicaron en numerosos casos del pasado no dieron buenos resultados. Debemos tener una visión de mayor alcance. Cuando, transcurridas varias décadas, volvamos a examinar los acontecimientos actuales, comprobaremos la profunda influencia y el inmenso beneficio que esta manera de tratar a los derechistas burgueses habrá producido para la causa revolucionaria del proletariado.
   
El objetivo que nos proponemos es crear una situación política en la que haya tanto centralismo como democracia, tanto disciplina como
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libertad, tanto unidad de voluntad como satisfacción moral individual y vivacidad, a fin de favorecer la revolución y la construcción socialistas, superar mejor las dificultades, construir más rápidamente una industria y una agricultura modernas en nuestro país y contribuir a consolidar aún más nuestro Partido y nuestro Estado y a elevar su capacidad para resistir las tempestades. Aquí el tema general es el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo y de las existentes entre nosotros y el enemigo. En cuanto al método, éste estriba en buscar la verdad en los hechos y seguir la línea de masas. Los procedimientos que de allí se derivan consisten en celebrar reuniones conjuntas de personas de dentro y fuera del Partido para la discusión de las políticas fundamentales, efectuar abiertamente campañas de rectificación y criticar en la prensa los errores y defectos del Partido y el gobierno. Es necesario llevar a cabo, por etapas y grupos, la campaña de rectificación y el movimiento de educación socialista en el seno de los partidos democráticos, los círculos educacionales, periodísticos, científicos y técnicos, de arte y literatura, salubridad, los medios industriales y comerciales, la clase obrera, las diversas capas del campesinado, los artesanos y demás trabajadores de la ciudad y el campo. En el caso de la burguesía y los intelectuales burgueses, la cuestión por resolver es lograr que acepten la reeducación socialista; otro tanto puede decirse de la pequeña burguesía (el campesinado y los trabajadores independientes de la ciudad y el campo), en particular de los campesinos medios acomodados. En cambio, por lo que se refiere a los contingentes fundamentales de la clase obrera y del Partido Comunista, la cuestión de que se trata versa sobre la rectificación del estilo de trabajo. Estas dos cuestiones corresponden a dos categorías sociales de distinto carácter. Siendo así, ¿por qué se emplea para ambos casos la misma consigna de rectificación? Porque esta consigna es aceptable para la mayoría de la gente, a la que podemos decir: Si incluso el Partido Comunista y la clase obrera rectifican su estilo de trabajo, ¿por qué no han de hacerlo ustedes? De esta manera tendremos plena iniciativa. El método en esta campaña de rectificación estriba en hacer críticas y autocríticas, exponer los hechos y razonar. El objetivo de la campaña es encauzar la lucha hacia la rectificación de la orientación política, la elevación del nivel ideológico, la superación de los defectos en el trabajo, la cohesión de las grandes masas y el aislamiento y desintegración de los derechistas burgueses y de todos los elementos antisocialistas. Entre los derechistas burgueses a los que nos referimos aquí, están incluidos aquellos que se han infiltrado en el Partido Comunista y la Liga de la
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Juventud y cuya catadura política es idéntica a la de los derechistas de fuera del Partido y de la Liga; ellos han traicionado la causa revolucionaria del proletariado y lanzado furibundos ataques contra el Partido y, en consecuencia, es menester ponerlos plenamente al desnudo y expulsarlos del Partido y de la Liga para purificar sus filas.
   
Es imperativo confiar firmemente en la mayoría de las masas y, antes que nada, en la mayoría de nuestras masas básicas, los obreros y campesinos. Este es nuestro punto de partida fundamental. Incluso en el caso de los medios industriales y comerciales y los círculos intelectuales, aunque por algún tiempo la mayoría de la gente se dejó embaucar y se mostró vacilante durante la frenética ofensiva de los derechistas, se despabiló y se pasó a nuestro lado unas semanas después, al desplegarse nuestro contraataque. Por lo tanto, la mayoría de los componentes de estos sectores es, al fin y al cabo, confiable y puede aceptar la reeducación. No pocos camaradas han cometido el error de subestimar la fuerza del proletariado y sobrestimar la de los derechistas burgueses. Actualmente, esto todavía sucede con muchos cuadros a nivel de prefectura, distrito, territorio y cantón, así como en fábricas; debemos hacer con ellos un buen trabajo de persuasión para que dejen de tener en menos nuestra fuerza y de exagerar la del enemigo. En las zonas rurales, los terratenientes y los campesinos ricos están siendo transformados, pero una parte de ellos sigue provocando disturbios, lo que nos exige redoblar nuestra vigilancia. En cuanto a los campesinos medios acomodados, la mayoría de ellos quiere quedarse en las cooperativas y sólo una minoría, en su afán de seguir el camino capitalista, arma ruido pidiendo su retiro. Debemos dar a cada caso un tratamiento diferenciado. Es indispensable prestar atención a la línea de clase en las zonas rurales, asegurando la posición dominante de los antiguos campesinos pobres y asalariados agrícolas en los cuerpos dirigentes y cuidando, al mismo tiempo, de unirse con los campesinos medios. Comparto la opinión de que el Comité Central emita inmediatamente una directriz para realizar, entre toda la población rural, una amplia educación socialista, enderezada a criticar las ideas oportunistas de derecha en el seno del Partido, las ideas seccionalistas de ciertos cuadros y las ideas capitalistas e individualistas de los campesinos medios acomodados, así como a golpear las actividades contrarrevolucionarias de los terratenientes y campesinos ricos. El filo de esta crítica debe apuntar principalmente a los campesinos medios acomodados vacilantes, librando, mediante el razonamiento, una lucha contra sus ideas capitalistas. En adelante, tal lucha se debe efectuar resueltamente
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una vez por año, coordinándose con la rectificación del estilo de trabajo de los cuadros a nivel territorial y cantonal y con el trabajo de revisión de las cooperativas de tercera categoría, de modo que las cooperativas se consoliden gradualmente. También en las zonas rurales se debe, como primer paso, dejar que la gente se exprese libremente, esto es, que haga críticas y comentarios y, luego, aceptar lo que haya de bueno y criticar lo que haya de malo en sus opiniones. Todo esto hay que hacerlo paso a paso dentro de la campaña de rectificación en el campo, que ha de ser conducida por los cuadros locales con el concurso de los grupos de trabajo enviados por las instancias superiores. Al igual que en las ciudades, sigue existiendo en el campo la lucha entre los dos caminos, el socialista y el capitalista. Pasará un larguísimo tiempo antes de que alcancemos la victoria completa en tal lucha. Esta es una tarea para todo el período de transición. Hay que preconizar, en el campo, el principio de laboriosidad y economía en el manejo del hogar, lo mismo que en la administración de la cooperativa, y promover el amor a la patria y a la cooperativa junto con el amor al hogar. La solución del problema de manejar el hogar con laboriosidad y economía depende, sobre todo, de los esfuerzos de las organizaciones femeninas. En los próximos años, será imprescindible que el Estado obtenga anualmente 35.000 millones de jin de cereales por concepto de impuesto y 50.000 millones mediante compra. La suma global no debe reducirse, aunque puede haber reajustes en las asignaciones según sea buena o mala la cosecha. Como en las zonas rurales la producción aumenta de año en año, disminuyendo el número de familias escasas de cereales, debemos reducir cada año la cantidad de granos que allí vende el Estado. En las ciudades, allí donde la venta sea excesiva, también debemos reducirla en medida apropiada. Sólo de esta manera podrá el Estado aumentar cada año sus existencias de cereales, en previsión de posibles emergencias. Si no conseguimos esos 85.000 millones de jin, se verán afectados los precios del mercado y el feliz cumplimiento del plan de la economía nacional en su conjunto, además de que no podremos enfrentar las contingencias, lo que sería muy peligroso. Antes de la próxima cosecha otoñal, hay que desplegar en las zonas rurales una lucha contra el individualismo y el seccionalismo, que dejan de lado los intereses del Estado y la colectividad.
   
Todos los contrarrevolucionarios comprobados deben ser eliminados. Debe haber pocos ajusticiamientos, pero de ninguna manera se abolirá la pena de muerte ni se concederá amnistía general. Hay que detener y juzgar de nuevo a los que, estando en libertad luego de cum-
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plidas sus condenas, hayan reincidido. Es necesario castigar a los malhechores, golfos, ladrones, asesinos, violadores, reos de corrupción administrativa y otros criminales que alteran el orden público o infringen seriamente las leyes, así como a todos aquellos que la comunidad considere elementos nocivos. En los departamentos de justicia y de seguridad pública hay funcionarios que, faltando a su deber, dejan en la impunidad a los que deben ser arrestados y castigados; esto es incorrecto. Es erróneo castigar con excesiva dureza un delito menor, y no lo es menos castigar con suavidad un delito grave. En el momento actual, el peligro reside en esto último. Hay que prohibir los juegos de azar. Es imperativo proscribir estrictamente las sociedades secretas supersticiosas. Hay que criticar a fondo a los cabecillas de los estudiantes derechistas, pero, por regla general, conviene dejarlos donde están, para que allí mismo sean controlados y corregidos y que sirvan de "maestros". Los puntos arriba mencionados son válidos para el período de transición y el aplicarlos incumbe a los comités del Partido a nivel de provincia, municipio y región autónoma. Con sujeción a las políticas y decretos de las autoridades centrales, los departamentos locales de justicia, seguridad pública, cultura y educación deben someterse, sin desacato alguno, a la dirección de los comités del Partido y comités populares de las provincias, municipios y regiones autónomas.
   
Nuestro tema general es el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo. Mientras más se hable de este tema, más se familiarizará la gente con el y, entonces, eso que antes le parecía extraño ya no le parecerá más. Dejará de asustarse ante esas contradicciones cuando las comprenda a cabalidad, cuando esta cuestión sea puesta en conocimiento de todos y cuando cierto número de problemas de esa índole sean solucionados correctamente y se obtengan algunos resultados y experiencias al respecto.
   
Quisiera recalcar que el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo supone, justamente, seguir la línea de masas que nuestro Partido ha venido preconizando. Los comunistas deben saber auscultar la opinión de las masas para realizar su trabajo y en ningún momento divorciarse de ellas. La relación entre el Partido y las masas es como la que existe entre el pez y el agua. De no ser buena esta relación, no es posible implantar el sistema socialista, ni consolidarlo después de implantado.
   
El Ejército ha efectuado en muchas ocasiones la rectificación del estilo de trabajo; aplica las Tres Reglas Cardinales de Disciplina y las Ocho Advertencias, así como la democracia en los terrenos militar,
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político y económico; en tiempo de guerra organiza grupos de ayuda mutua en las escuadras; practica la integración de oficiales y soldados, mantiene íntimos vínculos con el pueblo y prohibe los castigos corporales y los insultos, así como la ejecución de los desertores. En consecuencia, nuestro Ejército tiene una moral alta y es invencible. Si el Ejército, que tiene las armas en la mano, puede actuar de esta manera, ¿por qué no ha de poder practicarse la democracia en las fábricas, zonas rurales, entidades oficiales y centros docentes para resolver sus problemas (contradicciones) mediante la persuasión y no a través de la coacción?
   
Si no se tiene miedo ni al imperialismo, ¿por qué tener miedo al pueblo? No es auténtico comunista el que teme al pueblo y considera que las masas populares no entienden de razones y que con ellas sólo cabe recurrir a la coacción y no a la persuasión.
   
A todos los miembros del Partido y de la Liga de la Juventud, excepto los renegados y aquellos que han violado gravemente la ley y la disciplina, hay que protegerlos en el curso de la campaña de rectificación y ayudarles, con energía y de todo corazón, a corregir sus errores y defectos, a mejorar sus métodos de trabajo y a elevar su competencia y su nivel político e ideológico. Un comunista debe estar lleno de vigor y poseer una firme voluntad revolucionaria y la determinación de encarar todas las dificultades y de superarlas con tenacidad, a la vez que desprenderse del individualismo, el seccionalismo, el igualitarismo absoluto y el liberalismo; de lo contrario, no será un comunista en el verdadero sentido de la palabra. En cuanto a aquellos comunistas que han caído en la inercia y carecen de voluntad revolucionaria o que persisten en sus errores, si rehusan corregirse a pesar de repetidas advertencias, los comités del Partido deben aplicarles medidas convenientes y, en los casos graves, sanciones disciplinarias.
   
Se exige que los primeros secretarios (así como los demás secretarios) de los comités del Partido a nivel de provincia, municipio y región autónoma investiguen personalmente, en los próximos seis o doce meses, una cooperativa, una fábrica, una tienda y un centro educativo para adquirir conocimientos y tener derecho a opinar y para así orientar mejor el trabajo en su conjunto. Otro tanto deben hacer los secretarios de los comités del Partido a nivel de prefectura, distrito y territorio.
   
No se debe subestimar el significado de la actual crítica a los derechistas burgueses. Se trata de una gran revolución socialista en los frentes político e ideológico. No es suficiente ni sólida una revolución socialista realizada tan sólo en el frente económico (en la propiedad de los medios de producción), como la que se efectuó aquí en 1956. Prueba
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de ello son los acontecimientos de Hungría. Es indispensable, además, una revolución socialista cabal en los frentes político e ideológico. En los partidos democráticos y en los círculos de intelectuales y de industriales y comerciantes hay individuos (los derechistas) sobre los cuales, por supuesto, el Partido Comunista no puede ejercer la dirección, porque se trata de enemigos; sobre la mayoría de sus componentes (los elementos de centro) la dirección del Partido aún no se ha afianzado y, en algunas entidades culturales y educacionales, no se ha implantado en absoluto. Es preciso, pues, establecer nuestra firme dirección sobre los elementos de centro y consolidarla cuanto antes. La burguesía y los intelectuales burgueses no se someten, en su fuero interno, al Partido Comunista. De entre ellos, los derechistas se decidieron a medir fuerzas con nosotros. Una vez derrotados en la confrontación, comprendieron que habían perdido la partida y que no les quedaba ninguna esperanza. Sólo entonces la mayoría (los elementos de centro y parte de los derechistas) empezó a comportarse como es debido y a renunciar gradualmente a su posición burguesa para pasarse al lado del proletariado, con la decisión de acogerse a su amparo. Un puñado rehusará enmendarse hasta el final de sus días, y entonces no habrá más remedio que dejarle que se lleve a la tumba sus reaccionarios puntos de vista. Con todo, debemos elevar nuestra vigilancia. Hay que comprender que provocará nuevos disturbios cada vez que se le presente la oportunidad. Esta lucha durará, a partir de ahora, probablemente de diez a quince años. Si la conducimos bien, el plazo podrá ser abreviado. Desde luego, esto no quiere decir que la lucha de clases se extinguirá al término de ese espacio de tiempo. Mientras existan en el mundo el imperialismo y la burguesía, las actividades de los contrarrevolucionarios y de los derechistas burgueses de nuestro país revestirán el carácter de lucha de clases y, lo que es más, invariablemente se coordinarán con las de la reacción internacional. Transcurrido el tiempo que sea necesario, la lucha en curso debe pasar de su actual forma tempestuosa a otra tan suave como la brisa, a Fin de hacerse todavía más profunda y completa en lo ideológico. Ya ganamos la primera batalla decisiva en los meses pasados, sobre todo en los dos últimos. No obstante, aún se requieren varios meses de indagación profunda, con miras a alcanzar la victoria completa, y en ningún caso se debe dar por terminado el combate de manera precipitada. Es preciso entender que, si no ganamos esta lucha, el socialismo no tendrá esperanza.
   
Este gran debate, en que participa todo el pueblo, ha solucionado o está en vías de solucionar problemas de gran importancia como los
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referentes a si se está llevando correctamente nuestro trabajo en la revolución y la construcción (si los éxitos de la revolución y la construcción representan el aspecto principal), si se debe seguir el camino socialista, si son indispensables la dirección del Partido Comunista, la dictadura del proletariado y el centralismo democrático y si es acertada la política exterior de nuestro país. Es perfectamente natural que haya surgido este gran debate que abarca a todo el pueblo. Un debate de esa envergadura se produjo en la Unión Soviética en los años 20 (con Trotski y otros sobre la posibilidad de edificar el socialismo en un solo país[1]), y uno semejante se registra en China ahora, en el séptimo año de la década del 50. Si no logramos la victoria completa en este debate, no podremos seguir avanzando. Pero, siempre y cuando salgamos vencedores, se acelerarán considerablemente la transformación y la construcción socialistas en China. Este es un gran acontecimiento de significación mundial.
   
Hay que comprender que se necesitan de diez a quince años, a partir de ahora, para sentar en nuestro país la base de una industria y una agricultura modernas. Sólo al término de ese tiempo, cuando las fuerzas productivas de nuestra sociedad haya alcanzado un desarrollo más o menos suficiente, podrá considerarse que nuestro sistema económico y político socialista está ya dotado de una base material relativamente firme (la de ahora dista mucho de ser firme) y que nuestro Estado (la superestructura) se halla bastante consolidado y la sociedad socialista, fundamentalmente edificada. Ella no está edificada todavía, y para ello hacen falta de diez a quince años más. Para construir el socialismo, la clase obrera tiene que formar su propio contingente de cuadros técnicos y de profesores de cátedra, maestros, científicos, periodistas, escritores, artistas y teóricos marxistas. Se trata de un contingente inmenso; no basta con poca gente. Esta tarea debe cumplirse, en lo fundamental, en los próximos diez o quince años. Después, la tarea consistirá en hacer mayores esfuerzos para desarrollar las fuerzas productivas y engrosar las filas de intelectuales de la clase obrera, en crear las condiciones necesarias para la transición gradual del socialismo al comunismo y en hacer preparativos para alcanzar y sobrepasar económicamente a los Estados Unidos en un plazo de ocho o diez quinquenios. Todos los militantes del Partido Comunista, los miembros de la Liga de la Juventud y el pueblo en su totalidad deben comprender esta tarea y estudiar con ahínco. Quienes estén en condiciones de hacerlo, deben empeñarse en adquirir conocimientos técnicos y profesionales y en estudiar la teoría marxista; de esta manera se
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formará un nuevo ejército de intelectuales de la clase obrera (este ejército incluirá a todos aquellos intelectuales procedentes de la vieja sociedad que, habiéndose reeducado realmente, se mantengan firmes en la posición de la clase obrera). Esta es una gran tarea que nos asigna la historia. Antes de que se haya creado este enorme y nuevo ejército, no podrá consolidarse plenamente la causa revolucionaria de la clase obrera.
   
Reviste gran importancia el hecho de que los organismos centrales y los de nivel provincial (municipal) hayan obtenido experiencias en las tres tareas de rectificar el estilo de trabajo, criticar a los derechistas y ganarse a la masa de elementos de centro. Con estas experiencias, podremos manejar mejor las cosas. La tarea para los próximos meses consiste en hacer que los cuadros de nivel prefectural y distrital aprendan a adquirirlas. Desde ahora hasta el invierno y la primavera próximos, es necesario que gradualmente se eduque en este sentido a los cuadros de nivel territorial y cantonal y, en las ciudades, a los cuadros de nivel distrital, de las entidades de base -- fábricas y minas -- y de los comités vecinales. Hecho esto, se abrirá paso la claridad, la línea de masas dejará de ser una palabra huera para muchas personas y se resolverán más fácilmente las contradicciones en el seno del pueblo.
   
Los primeros secretarios y todos los miembros de los comités del Partido a nivel de provincia, municipio y región autónoma, deben asumir la plena dirección de esta gran lucha y tomar en sus manos el control total sobre el trabajo de transformación política e ideológica en los partidos democráticos (medios políticos), en los círculos educacionales, de la prensa (incluidos todos los periódicos y revistas), ciencia y tecnología, arte y literatura, salubridad y en los sectores industriales y comerciales. Cada provincia, municipio o región autónoma debe tener sus propios teóricos marxistas, científicos y personal técnico, escritores, artistas y críticos de arte y literatura, así como excelentes redactores y reporteros en sus periódicos y revistas. Los primeros secretarios (los demás secretarios también) deben prestar especial atención a los periódicos y revistas y no ser perezosos en este aspecto. Cada cual debe leer por lo menos cinco periódicos y otras tantas revistas para mejorar, por comparación, las publicaciones propias.
   
La crítica a los derechistas ha sido un gran sacudón para todos los partidos democráticos, la intelectualidad y los círculos de industriales y comerciantes. Hay que tener en cuenta que la mayoría de sus componentes (los elementos de centro) tienden a aceptar el camino socia-
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lista y la dirección del proletariado. Esta tendencia varía de grado según el tipo de gente. Es preciso entender que, si bien en el presente ellos no muestran más que cierta inclinación a aceptar verdaderamente los puntos esenciales -- el camino socialista y la dirección del proletariado --, el solo hecho de que exista tal inclinación significa el primer paso en su largo camino de la posición burguesa a la de la clase obrera. Un año de campaña de rectificación (de mayo de este año a mayo próximo) les permitirá dar un gran paso adelante. En el pasado, no estaban moralmente preparados para tomar parte en la revolución socialista, y esta revolución se les vino encima de súbito. Otro tanto sucedió con algunos miembros del Partido Comunista. Para todos ellos, así como para las grandes masas, la crítica a los derechistas y la campaña de rectificación constituirán una profunda educación socialista.
   
Se puede hacer uso del dazibao en todas partes, salvo en las secciones de venta de los almacenes, las zonas rurales (territorios y cantones), las escuelas primarias y los batallones y compañías del Ejército. En las condiciones de nuestro país, ésta es una forma de lucha favorable al proletariado y desfavorable a la burguesía. No hay razón para temer al dazibao. En los centros de enseñanza superior, en las entidades oficiales a nivel central, provincial (municipal), prefectural y distrital y en las grandes empresas urbanas, el dazibao, el foro y el debate son tres excelentes formas de revelar y superar las contradicciones y de ayudar a la gente a hacer progresos.
   
Durante la campaña de rectificación, en ningún momento se debe descuidar la producción y el trabajo. Las autoridades en los diversos lugares no deben desplegar simultáneamente la campaña en todas las entidades a ellas subordinadas, sino hacerlo por etapas y grupos.
   
No hay que temer a las tormentas, sino aguantarlas endureciendo el cuero cabelludo. En cada entidad, generalmente en dos o tres semanas pasa la cresta del oleaje y se puede entrar en una nueva etapa, la de contraataque a los derechistas. Durante esas semanas, ante los frenéticos ataques de los derechistas, los dirigentes de las diversas entidades deben endurecer el cuero cabelludo, escuchar sin refutar, concentrar toda su atención en el análisis y estudio de los problemas, acumular fuerzas con miras a la contraofensiva, unir a la izquierda, ganarse a los elementos de centro y aislar a los derechistas. Todo esto constituye un conjunto de excelentes tácticas marxistas.
   
La campaña de rectificación a nivel central, provincial (municipal), prefectural y distrital tiene que pasar por cuatro etapas: la gran com-
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potencia de ideas y la gran apertura de opiniones (con rectificación y reforma simultáneas); el contraataque a los derechistas (mientras continúan la rectificación y reforma simultáneas); la rectificación y la reforma puestas en el primer plano (mientras continúa la competencia y la apertura), y, por último, el estudio de los documentos y el ejercicio de la crítica y autocrítica por parte de cada uno para elevar su nivel de conciencia política. Además, debe efectuarse la campaña de rectificación en las entidades básicas en la ciudad y el campo. Una campaña como ésta dará, sin duda alguna, una faz nueva a todo el Partido y a todo el pueblo.
   
A los primeros secretarios de los comités del Partido provinciales, municipales y de región autónoma, así como de los comités de nivel prefectural, se les pide que en el mes de agosto dediquen algún tiempo al estudio de diversos problemas del campo, tales como la revisión de las cooperativas, el estado de la producción y la cuestión cerealera, como trabajo preparatorio para la sesión plenaria del Comité Central que ha de celebrarse en septiembre. También se les pide que estudien uno por uno los cuarenta artículos del Programa Nacional para el Desarrollo Agrícola y vean si es necesario introducir modificaciones en ellos.
   
* Artículo escrito por el camarada Mao Tsetung durante la reunión de secretarios de comités provinciales y municipales del Partido celebrada en Chingtao en julio de 1957. Fue distribuido en la reunión y, en agosto del mismo año, enviado para su estudio a todos los cuadros de dirección del Partido.
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[1]
Véase Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, cap. IX, 5.
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