* Discurso pronunciado por el camarada Mao Tsetung en la primera sesión de la conferencia preparatoria del VIII Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
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nos comprende. Naturalmente, todavía puede haber quienes no nos comprendan. Dentro del país, e incluso dentro del Partido, también puede haber quienes carezcan de esta comprensión y consideren que no es tan correcta la línea que hemos seguido desde el VII Congreso. Pero los hechos están a la vista. Realizamos dos revoluciones: la revolución democrático-burguesa, que culminó con la conquista del Poder en todo el país, y la revolución socialista proletaria, dentro de la cual estamos llevando a cabo las transformaciones socialistas y construyendo un país socialista. En los once años transcurridos desde el VII Congreso, hemos conseguido grandes éxitos, cosa que es reconocida por toda la nación y por el mundo entero y que hasta la burguesía extranjera se ha visto obligada a reconocer. Estas dos revoluciones corroboran el hecho de que ha sido correcta la línea seguida por el Comité Central desde el VII Congreso hasta hoy.
   
La Revolución de Octubre derribó a la burguesía, lo que fue un acontecimiento sin precedentes en el mundo. La burguesía internacional denigraba con los ojos tapados esta revolución y a cada paso hablaba mal de ella. La burguesía rusa era una clase contrarrevolucionaria: Rechazó entonces las medidas de capitalismo de Estado, boicoteó la producción, hizo sabotajes y llegó a recurrir a las armas. Así las cosas, el proletariado ruso no tuvo más remedio que liquidarla. Exasperada por esto, la burguesía de los demás países vomitó injurias. Aquí en China damos un tratamiento más o menos suave a la burguesía nacional, y ésta se siente un poco a gusto al ver que todavía puede obtener algún provecho. Con la prohibición de todo viaje de periodistas estadounidenses a China, Eisenhower y Dulles están reconociendo en los hechos las ventajas de esta política nuestra. Si reinara un caos de todos los diablos en nuestro país, les permitirían venir, sabiendo que lo único que harían esos periodistas sería escribir libelos. Lo que temen es que los reportajes de esos periodistas no sean simples libelos, sino que también contengan algunas palabras en nuestro favor, en cuyo caso saldrían mal parados.
   
Antes solía decirse que China era un "gran imperio decrépito" y "el enfermo de Asia Oriental", con una economía y una cultura atrasadas, sin sentido de la higiene, que los chinos no eran buenos en los juegos a la pelota ni en la natación, que las mujeres tenían los pies vendados y los hombres llevaban trenzas, que había eunucos y que, en fin, la luna de China tampoco era muy bella y nunca alumbraba con tanta limpidez como la del extranjero. En resumidas cuentas, eran muchas las cosas malas. Pero, con las reformas realizadas en los últimos seis
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años, hemos cambiado la faz de China. Nadie puede negar nuestros éxitos.
   
El núcleo que dirige nuestra causa revolucionaria es nuestro Partido. Al resumir las experiencias, el Congreso debe lograr, antes que nada, una mayor unidad de todo el Partido. En junio pasado, el Partido contaba ya con 10.730.000 militantes. Debemos realizar una amplia labor educativa, persuasiva y unitaria entre estos diez millones y tantos de militantes, a fin de que puedan desempeñar mejor su papel de núcleo entre el pueblo. No basta la sola existencia del Partido. Este es el núcleo y debe tener masas en torno suyo. En los diversos terrenos de nuestras actividades, incluidos la industria, la agricultura, el comercio, la cultura y la educación, el 90 por ciento del trabajo concreto no descansa sobre los hombros de los militantes, sino de los no militantes. Por eso, debemos realizar un buen trabajo de unidad con las masas y unirnos con todas las personas unibles para trabajar juntos. En el pasado, adolecíamos de muchas deficiencias en nuestra labor en pro de la unidad de todo el Partido y de la unidad con las personas no militantes. Durante el Congreso y luego de él, debemos efectuar una labor de propaganda y educación a fin de mejorar en gran medida el trabajo en este campo.
   
En el plano internacional, debemos unirnos con todas las fuerzas unibles del mundo: unirnos, en primer lugar, con la Unión Soviética, los Partidos hermanos, los países hermanos y sus pueblos, unirnos luego con todos los países y pueblos amantes de la paz y hacer buen uso de todas las fuerzas útiles. A nuestro congreso asistirán delegados de los Partidos Comunistas de más de cincuenta países, lo cual es muy bueno. En años anteriores, no habíamos conquistado aún el Poder a escala nacional, no habíamos logrado la victoria en las dos revoluciones ni los éxitos de la construcción. Pero la situación ha cambiado, y ahora los camaradas extranjeros nos tienen bastante estimación.
   
¿Para qué nos unimos con todas las fuerzas unibles de dentro y de fuera del Partido y del país? Para construir un gran país socialista. Un país como el nuestro puede y debe ser calificado con el adjetivo "grande". Nuestro Partido es un gran Partido; nuestro pueblo, un gran pueblo; nuestra revolución, una gran revolución; la causa de nuestra construcción, una gran causa. En el globo terrestre no existe más que un país con 600 millones de habitantes, y ése es el nuestro. Antes, los demás tenían razón al mirarnos por encima del hombro, ya que nuestra contribución había sido casi nula, con una producción anual de acero de sólo unos centenares de miles de toneladas que, por
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añadidura, estaba en manos de los japoneses. En los 22 años de dictadura kuomintanista de Chiang Kai-shek, la producción de acero no alcanzó sino a unas decenas de miles de toneladas anuales. Actualmente, nuestra producción de acero todavía no es alta, pero la hemos desarrollado en cierta medida. Este año, ha de llegar a más de 4 millones de toneladas; para el año próximo, sobrepasará los 5 millones; al término del Segundo Plan Quinquenal, excederá los 1o millones, y posiblemente pase de los 20 millones una vez cumplido el Tercer Plan Quinquenal. Debemos esforzarnos por alcanzar esta meta. Existen alrededor de cien países en el mundo, pero sólo unos pocos producen más de 20 millones de toneladas anuales de acero. Por tanto, con la construcción en marcha, nuestro país se convertirá en un gran país socialista, poniendo fin definitivamente al atraso de los últimos ciento y tantos años, al desprecio de que éramos objeto y a la lastimosa situación en que nos debatíamos; aún más, podrá alcanzar al más poderoso país capitalista del mundo, los Estados Unidos. Estos sólo tienen una población de 170 millones, mientras que la nuestra es varias veces mayor, nuestros recursos naturales son, como los de ellos, abundantes y nuestro clima es más o menos igual al suyo; existe, por tanto, la posibilidad de que los alcancemos. ¿Debemos o no alcanzarlos? Claro que sí. ¿Qué hacen ustedes, 600 millones de habitantes? ¿Dormir? ¿Deben dormir o trabajar? Si la respuesta es que deben trabajar, ustedes, 600 millones, ¿por qué no van a poder producir zoo ó 300 millones de toneladas de acero, cuando ellos, 170 millones de habitantes, producen 100 millones? Si no pueden alcanzarlos, la razón les dejará de su mano y su país no será ni tan glorioso ni tan excelso. Los Estados Unidos llevan sólo 180 años desde su proclamación. Sesenta años atrás, su producción de acero no llegaba a más de 4 millones de toneladas, lo cual significa que nos hemos rezagado 60 años. Con 50 ó 60 años más de trabajo, debemos, con toda razón, sobrepasar a los Estados Unidos. Este es un deber. Ustedes son tanta gente, su tierra es tan inmensa y tan ricos sus recursos naturales y, además, se oye decir que ustedes están practicando el socialismo, al que califican de superior. Así pues, ¡qué poco decoroso sería si al cabo de 50 ó 60 años no hubieran podido sobrepasar a los Estados Unidos! ¡Entonces habría que despojarlos de su condición de habitantes de la Tierra! Por consiguiente, no sólo podemos, sino que con toda razón necesitamos y debemos sobrepasar a los Estados Unidos. De no ser así, la nación china que daría en deuda con las
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demás naciones del mundo y se reduciría a poca cosa nuestra contribución a la humanidad.
   
Segundo, la continuación de las tradiciones del Partido. El Congreso debe continuar fomentando las bellas tradiciones de nuestro Partido en lo ideológico y en el estilo de trabajo, combatir eficazmente el subjetivismo y el sectarismo y luchar contra el burocratismo. Hoy no me detendré en el burocratismo, sino en el subjetivismo y el sectarismo. Estas dos especies, una vez barridas, vuelven a aparecer y, al reaparecer, hay que barrerlas de nuevo.
   
Lo que se llama cometer un error es precisamente errar en lo subjetivo, significa que el pensamiento está fuera de lugar. Nada o muy poco se ha hablado de este problema en los numerosos artículos de crítica a los errores de Stalin que hemos leído. ¿Por qué Stalin incurrió en errores? Porque, frente a algunos problemas, lo subjetivo en él no concordaba con la realidad objetiva. Ahora, en nuestro trabajo se dan a menudo casos semejantes. El subjetivismo supone partir, no de la realidad objetiva ni de las posibilidades reales, sino del deseo subjetivo. Lo que se estipule, lo que se consigne en los documentos de nuestro congreso debe, dentro de lo posible, corresponder o aproximarse a la realidad de China. Al mismo tiempo, debemos criticar, a la luz de nuestras experiencias anteriores, los conceptos reñidos con la realidad, criticar y golpear el subjetivismo. Esta tarea ya la planteamos hace varios años. Lo que combatimos hoy es el subjetivismo en la revolución y la construcción socialistas. En el pasado, durante la revolución democrática, sufrimos por largo tiempo las consecuencias del subjetivismo y lo pagamos caro, con la pérdida de casi todas las bases de apoyo y de más del 90 por ciento de las fuerzas revolucionarias. No fue sino en ese momento cuando empezamos a tomar conciencia. Este problema sólo se esclareció a través de la campaña de rectificación en Yenán, en la que acentuamos la necesidad de investigar y estudiar y de basarse en la realidad. Es imperativo integrar la verdad universal del marxismo con la práctica concreta de la revolución china; sin esta integración, no llegaremos a ninguna parte. Es decir, hay que lograr la unidad de la teoría y la práctica. Esta unidad constituye uno de los principios más fundamentales del marxismo. De acuerdo con el materialismo dialéctico, las ideas deben reflejar la realidad objetiva, ser sometidas a prueba en la práctica objetiva y demostrar que son verdad, antes de que sean consideradas como tal; de lo contrario, no pueden ser consideradas como verdad. En los últimos años, hemos logrado éxitos en nuestro trabajo, pero la
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enfermedad del subjetivismo se hace presente por todas partes. No sólo existe ahora, sino que existirá también en el futuro. El subjetivismo existirá siempre; seguirá existiendo cuando hayan pasado diez mil o cien millones de años, si es que la humanidad no se ha exterminado para entonces. Y mientras exista el subjetivismo, será inevitable incurrir en errores.
   
Hay otra cosa, que se llama sectarismo. Cada localidad tiene sus intereses generales como localidad, cada país tiene sus intereses generales como país y lo mismo ocurre con el globo terrestre. Ahora no vamos a referirnos a lo que está fuera de la Tierra, pues todavía no hay vías de comunicación para allá. Si un día se descubre que en Marte o Venus hay habitantes, abordaremos el problema de unirnos con ellos formando un frente único. Ahora nos limitamos a la cuestión de la unidad en el Partido, en el país y en el mundo entero. Nuestro principio es unirnos con todos aquellos que contribuyan en algo a la causa de la paz mundial y del progreso de la humanidad, sean quienes fueren, sean comunistas extranjeros o personalidades extranjeras no comunistas. Ante todo, debemos unirnos con las decenas de Partidos Comunistas que existen y con la Unión Soviética. Habiendo la Unión Soviética incurrido en algunos errores, se ha hablado y especulado tanto en torno de ellos que se da la impresión de que dichos errores son descomunales. Esta impresión es falsa. Ninguna nación puede evitar el caer en errores, y menos aún la Unión Soviética, que es el primer país socialista del mundo y ha recorrido un largo trecho; era imposible que ella no incurriera en errores. ¿Cómo hay que evaluar los errores que cometió la Unión Soviética, los de Stalin por ejemplo? Son de carácter parcial y temporal. Aunque se dice que algunas cosas vienen desde hace ya veinte años, son, de todos modos, temporales, parciales y enmendables. Ha sido acertada la corriente principal de la Unión Soviética, su aspecto principal, la mayor parte de las cosas que ha hecho. Rusia dio nacimiento al leninismo y, con la Revolución de Octubre, se convirtió en el primer país socialista. Construyó el socialismo, venció al fascismo y se transformó en un poderoso país industrial. Tiene muchas cosas que podemos aprender. Por supuesto, lo que debemos aprender son sus experiencias avanzadas y no las atrasadas. Nuestra consigna siempre ha sido la de asimilar las experiencias avanzadas de la Unión Soviética; ¿quién te manda a ti aprender las atrasadas? Algunos han llegado a tal orfandad de discernimiento que hasta los pedos de los soviéticos les huelen a perfume, lo que también es subjetivismo. ¡Si hasta los mismos soviéticos
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dicen que sus pedos son hediondos! De ahí la necesidad de analizar las cosas. Hemos dicho que las fallas y méritos de Stalin deben valorarse en la proporción de 3 a 7. El aspecto principal de la Unión Soviética, gran parte de lo que ha hecho, es bueno y útil, mientras que una parte es equivocada. También nosotros tenemos algunas cosas malas y, si nosotros mismos queremos desecharlas, mucho menos vamos a pretender que otros países las aprendan. Pero, una cosa mala también vale como experiencia y encierra gran provecho. Hemos tenido personas como Chen Tu-siu, Li Li-san, Wang Ming, Chang Kuo-tao, Kao Kang y Yao Shu-shi, que han sido nuestros maestros. Contamos, además, con otros maestros. En el país, el mejor maestro es Chiang Kai-shek. Personas a quienes nosotros no habíamos podido convencer, fueron persuadidas una vez que recibieron la educación de Chiang Kai-shek. ¿Con qué medios las educó éste? Con ametralladoras, cañones y aviones. Otro maestro es el imperialismo, que ha educado a los seiscientos millones de chinos. Durante más de cien años, varias potencias imperialistas nos educaron oprimiéndonos. Por tanto, las cosas malas pueden desempeñar un papel educativo y sirven de escarmiento.
   
En cuanto a la lucha contra el sectarismo, vale la pena hablar, en particular, de la necesidad de unirnos con los que nos han combatido. Veamos: Una persona se ha agarrado a puños contigo, te ha derribado al suelo, haciéndote sufrir y cubriéndote de vergüenza, y, aunque no eres tan malo, te ha elevado a la "dignidad" de oportunistas. Si te ha pegado con justicia, ha hecho lo debido; pues, siendo tú oportunista, ¿por qué no había de pegarte? Pero a lo que aquí me refiero es a golpes y ataques injustos. Si, más tarde, aquéllos cambian de actitud reconociendo que hicieron mal y que Fue inadecuado proclamarte rey del reino del oportunismo, basta eso para hacer borrón y cuenta nueva. Si, después de todo, uno que otro se niega a reconocerlo, ¿se puede o no esperar? Sí, se puede. Por unidad se entiende que debes unirte con aquellos que tienen divergencias contigo, que te menosprecian y te tratan sin consideración, que se han llevado mal contigo, que te han combatido o te han hecho sufrir. Con aquellos cuyas opiniones son idénticas a las tuyas, como ya están unidos contigo, la unidad no se presenta como problema. Se presenta como tal en el caso de los que todavía no están unidos contigo. Con esto me refiero a aquellos cuyas opiniones son divergentes de las tuyas o que adolecen de graves defectos. En nuestro Partido, por ejemplo, hay actualmente muchos militantes que en lo orgánico han ingresado al Partido, pero ideológicamente no. Ellos pueden no haberse peleado o cruzado puñetazos
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contigo, pero, como no han ingresado al Partido en lo ideológico, inevitablemente lo que hacen no es muy apropiado, peca de deficiencias o incluso es malo. Con éstos es preciso fomentar la unidad, educarlos y ayudarlos. Ya dije en otra ocasión que, respecto a cualquiera que tenga defectos o haya incurrido en errores, no solamente hay que observar si se corrige o no, sino también ayudarle a corregirse; por un lado, observar y, por el otro, ayudar. Es una actitud pasiva y no dinámica la de quien se queda con los brazos cruzados y se limita a observar cómo actúa el otro: Si actúas bien, bueno está, y si metes la pata, que te jorobes. Los marxistas debemos adoptar una actitud dinámica: no sólo observar, sino también ayudar.
   
Tercero, la elección del Comité Central. El camarada Teng Siao-ping acaba de decir que el número de miembros del VIII Comité Central será de 150 a 170. EL VII Comité Central se compone de 77 miembros, y esta vez el número será un poco más del doble, cifra que parece más o menos apropiada. En cuanto a un mayor aumento, tal vez será más ventajoso hacerlo unos cuantos años más tarde, digamos cinco años. Muchos de los hombres valiosos y capaces de que disponemos ahora, se formaron en el período de la Guerra de Resistencia contra el Japón y son conocidos como cuadros "tipo 1938". Ellos constituyen una importantísima base de nuestro trabajo actual y sin su concurso no podríamos arreglárnoslas. Pero estos cuadros forman un contingente tan numeroso que su inclusión en el Comité Central supondría un aumento del número de sus miembros hasta varios centenares. Por consiguiente, esta vez queda descartado el problema de su inclusión. Esperamos que ustedes, camaradas, juzguen si es apropiada o no esta cifra de 150 a 170, propuesta por el CC, y digan cuál es el número que les parece mejor.
   
Hay que dejar sentado que el VII Comité Central ha cumplido bien su trabajo y no ha defraudado la confianza que en él depositara el VII Congreso. En los últimos once años, sus miembros dirigieron correctamente la revolución democrática y han conducido con justeza la revolución y la construcción socialistas, sin incurrir en graves desaciertos; además, han sostenido luchas contra toda clase de manifestaciones oportunistas y de cosas erróneas, venciendo así diversos factores desfavorables a la revolución y la construcción. Ellos, incluidos algunos de los camaradas que han cometido errores, han logrado éxitos en su trabajo. Aquí me refiero al CC en su conjunto. En cuanto a uno que otro camarada, ya no vale esta apreciación. Menos aún en el caso de
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Wang Ming, quien, para salir del paso, escribió, cuando se reunía el VII Congreso, una declaración reconociendo la justeza de la línea del CC y manifestándose acorde con el informe político rendido ante el VII Congreso y dispuesto a acatar sus decisiones, pero que, más tarde, cuando hablé con el, se echó para atrás; ya había olvidado su declaración. Luego se fue, meditó el asunto, y al día siguiente me dijo que, afectivamente, había escrito algo reconociendo sus errores. Yo le señalé: Usted reconoció entonces sus errores y, si ahora se niega a reconocerlos, puede retirar su declaración. Pero no lo hizo. Después, en la II Sesión Plenaria del Comité Central, le expresamos el deseo de que dijera algo sobre sus errores; sin embargo, él se puso a hablar de otras cosas, no habló sino de lo buenos, de lo muy buenos que éramos nosotros. Le dijimos: Puede usted ahorrarse estas palabras y referirse, en cambio, a los errores que usted, Wang Ming, ha cometido; mas no quiso hacerlo. Prometió escribir una autocrítica después de la Sesión. Pero luego dijo que se sentía enfermo, que estaba impedido de trabajar con la cabeza y que, apenas movía la mano para escribir, le venía la enfermedad. Tal vez esto fue premeditado, ¡Vaya usted a saberlo! Siempre ha estado enfermo y no podrá asistir al Congreso. ¿Lo vamos a elegir o no? Y, además, ¿vamos a elegir o no al camarada Li Li-san? Hay más gente que perdona a Li Li-san que a Wang Ming. Como ha dicho el camarada Teng Siao-ping, elegirlos ahora revestirá el mismo significado que la elección que hicimos de ellos en el VII Congreso. En aquel congreso, muchos de los delegados se negaban a elegirlos (no sólo a Wang Ming, sino también a varios otros camaradas). Dijimos entonces que si adoptábamos esta política caeríamos en un error. ¿Por qué calificamos de equivocado eso de no elegir a los que han cometido errores? Porque actuar así significaría seguir su método, que consiste en hacer a un lado a quien haya sido declarado oportunista, sea cierto o no que haya cometido errores. Si nosotros actuáramos de este mismo modo, estaríamos siguiendo sus líneas, las de Wang Ming y Li Li-san. Nunca haremos cosas como ésta, nunca seguiremos las líneas de Wang Ming y Li Li-san. Las relaciones internas del Partido fomentadas por ellos eran tales que se apartaba a todo el que hubiera incurrido en errores o hubiera luchado contra ellos y los hubiera calificado de oportunistas. Ellos se autodenominaban ciento por ciento bolcheviques; pero, una vez hechas las investigaciones, se comprobó que eran ciento por ciento oportunistas, en tanto que nosotros, tildados por ellos de "oportunistas", albergábamos algo de marxismo.
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Aquí lo que más cuenta es el hecho de que ellos no son unos cuantos individuos aislados, sino que representan a una parte considerable de la pequeña burguesía. China es un país con una inmensa masa de pequeñoburgueses. Gran parte de ellos son vacilantes. Por ejemplo, los campesinos medios acomodados, como todos hemos visto, se han mostrado vacilantes, faltos de firmeza, en cada una de las revoluciones que ha habido; cuando están eufóricos se vuelven fanáticos, y cuando los coge el pesimismo andan cabizbajos y desinflados. Siempre tienen los ojos puestos en su pequeña hacienda, que se reduce a una o dos bestias, una carreta y una docena de mu de tierra. Pendientes de sus pérdidas o ganancias, temen mucho perder estas cosas. Tales personas difieren de los campesinos pobres. En el Norte de China, los campesinos pobres constituyen el 50 por ciento de la población rural y, en el Sur, el 70 por ciento. Por lo que se refiere a su composición de clase, nuestro Partido está formado fundamentalmente por obreros y campesinos pobres, o sea, por proletarios y semiproletarios. Estos últimos forman parte, a su vez, de la pequeña burguesía, pero son mucho más firmes que los campesinos medios. Nuestro Partido ha admitido también en su seno a cierto número de intelectuales; de los diez millones y tantos de militantes, aproximadamente un millón son intelectuales pertenecientes a las categorías superior, media e inferior. No se puede decir que este millón de intelectuales representen al imperialismo, ni puede decirse que representen a la clase terrateniente, a la burguesía burocrática o a la burguesía nacional; lo más apropiado es catalogarlos dentro de la pequeña burguesía. ¿A qué sector de la pequeña burguesía representan principalmente? A aquel sector de gente de la ciudad y del campo que posee bastantes medios de producción, como los campesinos medios acomodados. Estos militantes intelectuales, temerosos de que el dragón les salga delante y el tigre por la espalda, vacilan constantemente y llevan consigo la mayor dosis de subjetivismo, sin que les falte sectarismo. ¿Qué significa el hecho de que elijamos a Wang Ming y Li Li-san, que representan una y otra líneas? Significa que a quienes han cometido errores ideológicos los tratamos de manera distinta que a los contrarrevolucionarios y a los escisionistas (como Chen Tu-siu, Chang Kuo-tao, Kao Kang y Yao Shu-shi). Aquéllos, al practicar el subjetivismo y el sectarismo, actuaron en forma desabrochada, batiendo gongs y tambores, para ganarse a la gente con sus programas políticos. Wang Ming tenía un programa político, y Li Li-san también. Es cierto que Chen Tu-siu tenía, igualmente, su programa político; pero, lo que
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hizo fue seguir el camino trotskista y promover el escisionismo, llevando a cabo, fuera del Partido, actividades contra él. Chang Kuo-tao urdió intrigas, trabajó por la escisión y se pasó al Kuomintang. Como venía diciendo, el caso de Wang Ming y Li Li-san no es un problema de ellos como individuos, sino -- y esto es lo más importante -- un problema que tiene su raíz social. Esta raíz social se refleja en nuestro Partido a través de las vacilaciones, en momentos cruciales, de un buen número de sus militantes. Estos elementos vacilantes son de tendencia oportunista. Oportunismo significa hacer esto aquí y luego pasar a hacer esto otro allá, siempre según la conveniencia propia, carecer de principios, reglas de conducta y rumbo definidos, actuar hoy de una manera y mañana de otra. Wang Ming, por ejemplo, ha procedido así; al comienzo, su "izquierdismo" no tenía medida, y luego pasó a ser derechista hasta más no poder.
   
En el VII Congreso, logramos persuadir a ciertos camaradas para que votaran por Wang Ming y Li Li-san. Y, ¿qué hemos perdido con ello en los últimos once años transcurridos desde el VII Congreso? Absolutamente nada. El haber elegido a Wang Ming y a Li Li-san no impidió el triunfo de nuestra revolución ni dilató unos meses su victoria.
   
¿Puede significar la elección de ellos una recompensa para quienes han cometido errores? ¿Puede esto sugerirnos que, si personas que han cometido errores son elegidas para el CC, estaría bien que todos cometiéramos errores, pues, a pesar de eso, tendríamos la oportunidad de ser miembros del CC? No, esa idea no cabe. Fíjense: Los setenta y tantos miembros de nuestro CC no se han propuesto, deliberadamente, cometer algunos errores con la intención de ser reelegidos. Aquellos que no han salido elegidos miembros del CC, ya sean cuadros "tipo 1938", más veteranos que éstos o más nuevos, ¿aprenderán de Wang Ming y Li Li-san y forjarán un par de líneas más, haciendo así un total de cuatro líneas, a fin de llegar a ser miembros del CC? No, no habrá nadie que se comporte así; antes por el contrario, en vista de los errores cometidos por ellos, actuarán aún con mayor prudencia.
   
Sigamos. En el pasado se decían cosas como la siguiente: "Más vale sumarse a la revolución tarde que temprano, y más vale no sumarse que sumarse"; siendo así, la elección de ellos ¿no creará en el Partido la impresión de que más vale estar en lo erróneo que en lo correcto y que más vale cometer errores grandes que pequeños? La elección para el CC de Wang Ming y Li Li-san, que cometieron errores de línea, presupone la necesidad de que dos de los camaradas que han actuado
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correctamente o que sólo han cometido leves errores les cedan el puesto, para que ellos puedan subir a la palestra. ¿Puede haber arreglo más injusto en el mundo? Es muy injusto si lo juzgamos de esta manera: Miren, gente que ha actuado en forma correcta o que no ha cometido más que errores leves, tiene que ceder el puesto a individuos que han cometido errores graves. Esto, a todas luces, es injusto; en ello no hay justicia alguna. Si hacemos la comparación con ese criterio, tendremos que reconocer que más vale estar equivocado que estar en lo cierto y más vale cometer errores grandes que pequeños. Pero, enfocada con otra óptica, la cosa no será así. Ellos son famosos en el país y en el mundo entero por los errores de línea que cometieron. La razón por la cual los elegimos estriba precisamente en que ellos son famosos. ¡Qué otro remedio hay si gozan de fama y la fama de los que no han cometido errores o sólo han cometido pequeños errores no puede compararse con la suya! En nuestro país, que tiene una gran masa de pequeñoburgueses, ellos son sus banderas. Con su elección, mucha gente comentará: El Partido Comunista todavía los espera e incluso les ha cedido dos asientos a fin de facilitarles la corrección de sus errores. Que se corrijan o no es otra cuestión, y de muy poca importancia, pues es algo que atañe solamente a ellos dos. El problema está en que en nuestra sociedad hay un número muy grande de pequeñoburgueses, en nuestro Partido hay muchos elementos pequeñoburgueses vacilantes y entre los intelectuales hay una multitud de elementos vacilantes, y todos ellos ponen sus ojos en estos modelos. Cuando vean que estas dos banderas siguen en pie, se sentirán a gusto, dormirán tranquilos y estarán contentos. Pero caerán en el pánico si estas dos banderas son arriadas. Por tanto, no se trata de que Wang Ming y Li Li-san se enmienden o no. Esto es de poca importancia. Lo que sí tiene gran importancia es que, dentro del Partido, millones de militantes de origen pequeñoburgués, que son propensos a vacilar, sobre todo los intelectuales, están observando qué actitud adoptamos hacia Wang Ming y Li Li-san. Esto se parece a lo que ocurrió con la manera como tratarnos a los campesinos ricos en la reforma agraria; ya que en ella no tocamos los intereses de éstos, los campesinos medios se sintieron tranquilos. Si en el VIII Congreso adoptamos para con estas dos personas la misma actitud que en el VII, nuestro Partido podrá beneficiarse y sacar una ventaja, valga decir, le será más fácil transformar a la inmensa multitud de pequeñoburgueses de todo el país. Además, esto tendrá repercusión en el mundo. En el extranjero, raras veces, o diga-
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mos nunca, se ha adoptado una actitud como la nuestra hacia los que han cometido errores.
   
A contar desde hoy, la conferencia preparatoria de nuestro congreso sólo dispone de algo más de diez días. No obstante, si la organizamos bien, será completamente posible cumplir el trabajo preparatorio. Estamos convencidos de que el Congreso será un éxito, lo que está garantizado por el nivel político de los delegados. Pero es necesario que todos trabajemos con seriedad y hagamos esfuerzos mancomunados.