Del
Obras Escogidas de Mao Tsetung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
Primera edición 1977
PEKIN
pág. 74
6 de abril de 1952
El Comité Central está de acuerdo en lo fundamental con las directivas que el Buró del Suroeste y el Comando de la Zona Militar del Suroeste impartieron telegráficamente el 2 de abril a la Comisión de Trabajo en el Tíbet y al Comando de la Zona Militar del Tíbet, y considera correctas la orientación básica (excepto el punto referente a la reorganización del ejército tibetano) y muchas de las medidas específicas allí consignadas. Sólo actuando de conformidad con ellas podrá nuestro ejército asegurarse una posición invencible en el Tíbet.
   
Las condiciones del Tíbet son distintas a las de Sinchiang. Tanto en lo político como en lo económico, el primero está muy por debajo del último. Pero incluso en el caso de Sinchiang, nuestras tropas al mando de Wang Chen, luego de su entrada allí, tuvieron que dedicar primero todas sus energías a practicar la austeridad, apoyarse en los propios esfuerzos y autoabastecerse a través de la producción. Ahora ya está n firmemente plantadas y se han granjeado el cálido apoyo de las minorías nacionales que allí habitan. En la actualidad, se está llevando a cabo la reducción de los arriendos y los intereses, y el próximo invierno se acometerá la reforma agraria, lo que hará que las masas nos apoyen con mayor entusiasmo. El hecho de que Sinchiang esté bien conectado por carreteras con el interior del país contribuye en gran medida al bienestar material de las minorías nacionales. En cuanto al Tíbet, por lo menos en estos dos o tres años no se podrá
pág. 75
efectuar la reducción de los arriendos ni la reforma agraria. En Sinchiang viven centenares de miles de janes, mientras que en el Tíbet apenas los hay, por lo cual nuestro ejército se halla en una zona de minorías nacionales completamente diferente. No podremos ganarnos a las masas y asegurarnos una posición invencible sino aplicando las dos siguientes políticas fundamentales. La primera, practicar la austeridad y autoabastecernos a través de la producción, influyendo con ello en las masas. Este es el eslabón más fundamental. Ni aun cuando se hayan abierto al tráfico las carreteras podremos valernos de ellas para transportar cereales en gran cantidad. Es posible que la India acceda a proporcionar al Tíbet alimentos y otros productos en calidad de intercambio, pero debemos tomar como base de sustentación la capacitación de nuestro ejército para sobrevivir aun en el caso de que algún día la India deje de suministrarnos alimentos y otros productos. Tenemos que hacer todos los esfuerzos y adoptar medidas apropiadas para ganarnos a Dalai y a la mayor parte de su camarilla gobernante y aislar al puñado de malvados, con miras a efectuar, de manera incruenta y gradual y en un plazo de años, la transformación económica y política del Tíbet; pero también debemos prepararnos para enfrentar la eventualidad de que los malvados conduzcan al ejército tibetano a sublevarse y atacarnos por sorpresa, y para lograr que, aun en este caso, nuestro ejército pueda sobrevivir y mantenerse en el Tíbet. Todo esto depende de la austeridad y el autoabastecimiento a través de la producción. Sólo cimentándonos en esta política, que es la más fundamental, podremos alcanzar nuestro objetivo. La segunda política, que podemos y debemos poner en práctica, consiste en abrir el intercambio comercial con la India y con el interior del país y procurar el equilibrio de la balanza comercial del Tíbet, de manera que no descienda en lo más mínimo el nivel de vida de la población tibetana como consecuencia de la entrada de nuestro ejército en la zona, sino que, por el contrario, se logre cierto mejoramiento de sus condiciones de vida. Si no logramos resolver estos dos problemas, la producción y el comercio, careceremos de base material para nuestra subsistencia, los malvados dispondrán todos los días de recursos para azuzar contra nosotros a las masas atrasadas y al ejército tibetano, y nuestra política de unirnos con la mayoría y aislar a la minoría resultará ineficaz e impracticable.
   
De todas las opiniones contenidas en el telegrama del Buró del Suroeste fechado el 2 de abril, sólo hay un punto que merece ser re-
pág. 76
fexionado de nuevo, y es el que se refiere a la reorganización del ejército tibetano y la institución del comité militar-administrativo en un plazo corto, lo cual exige consideración en cuanto a su posibilidad y conveniencia. A nuestro juicio, actualmente no conviene reorganizar el ejército tibetano, ni establecer formalmente comandos de subzonas militares, ni instituir el comité militar-administrativo. Por el momento, podemos dejarlo todo tal como está y, dando largas al asunto, aplazar la discusión de estos problemas para uno o dos años más tarde cuando nuestro ejército efectivamente pueda autoabastecerse por medio de la producción y se haya granjeado el apoyo de las masas. Durante este lapso, podrá darse una de estas dos contingencias: una, que surta efecto nuestra política de frente único para con la capa superior, de unidad con la mayoría y aislamiento de la minoría, y que las masas tibetanas se acerquen gradualmente a nosotros, de modo que los malvados y el ejército tibetano no se atrevan a amotinarse; y la otra, que los malvados, suponiéndonos débiles y fáciles de afrentar, conduzcan al ejército tibetano a amotinarse, y que nuestro ejército lance un contraataque propinándoles golpes en una lucha de autodefensa. Cualquiera de estas dos eventualidades será favorable para nosotros. A los ojos de la camarilla gobernante del Tíbet, no existen actualmente suficientes razones para llevar a cabo todo lo establecido en el Acuerdo[1] y reorganizar el ejército tibetano. Pero, dentro de unos años, las cosas serán diferentes, y entonces posiblemente se dará cuenta de que no le queda otro remedio que aceptar la ejecución de todo el Acuerdo y la reorganización del ejército tibetano. Si éste se lanza a la rebelión y, lo que es más, si se subleva no una sino varias veces siendo en cada ocasión aplastado por nuestro ejército, tendremos más razones para reorganizarlo. Por lo visto, al aceptar el Acuerdo, tanto los dos Silon[2] como Dalai y la mayor parte de su camarilla lo hicieron a regañadientes y hoy se muestran reacios a cumplirlo. En cuanto a nosotros, actualmente no sólo carecemos de una base material, sino también de una base de masas y de un punto de apoyo en la capa superior para llevar a efecto todo el Acuerdo; hacerlo a la fuerza nos traería más desventajas que ventajas. Ya que ellos no quieren que se ejecute el Acuerdo, pues bien, renunciemos a ello por ahora postergando su cumplimiento. Cuanto más tiempo transcurra, más nos asistirá la razón a nosotros y menos a ellos. La postergación no nos causará mucho daño, sino que, por el contrario, puede traernos ventajas. Allá ellos con sus fechorías e injusticias contra el pueblo; nosotros,
pág. 77
a nuestro turno, nos dedicamos a hacer cosas buenas tales como la producción, el comercio, la construcción de caminos, el servicio médico y el trabajo de frente único (unión con la mayoría y educación paciente) con el objeto de ganarnos a las masas, esperando a que llegue el momento maduro para tratar sobre el cumplimiento de todo el Acuerdo. Incluso podemos abstenernos de abrir escuelas primarias si ellos lo estiman inconveniente.
   
No se debe considerar la reciente manifestación en Lhasa como un incidente fraguado exclusivamente por los dos Silon y otros malvados, sino como una señal que nos ha hecho la gran mayoría de la camarilla de Dalai. Su memorial de peticiones, muy táctico en el contenido, no declara la ruptura con nosotros, sino que se limita a exigirnos concesiones. El punto que insinúa un retorno a la práctica de la dinastía Ching y que significaría no acantonar tropas del Ejército de Liberación en el Tíbet, no interpreta su verdadera intención. Sabiendo a ciencia cierta que esto es impracticable, lo que pretenden es canjear este punto por los otros. La crítica que han hecho a Dalai XIV en su memorial tiene como propósito eximirlo de la responsabilidad política de esta manifestación. Se presentan como defensores de los intereses de la nacionalidad tibetana, conscientes de que, siendo más débiles que nosotros en fuerza militar, son más poderosos en cuanto a influencia social. Debemos aceptar de hecho (no en la forma) sus peticiones, aplazando la ejecución completa del Acuerdo. Fue premeditado el momento elegido por ellos para esta manifestación, momento anterior a la llegada de Panchen. Cuando Panchen llegue a Lhasa, probablemente invertirán grandes esfuerzos en atraerlo e incorporarlo a su camarilla. Si hacemos bien nuestro trabajo de modo que Panchen no se preste a su juego y vuelva sano y salvo a Shigatse, la situación se tornará más favorable para nosotros. Sin embargo, durante cierto tiempo no podremos poner fin a nuestra carencia de base material, ni superar su ventaja en cuanto a influencia social, y permanecerá sin cambio, por consiguiente, la renuencia de la camarilla de Dalai a cumplir cabalmente el Acuerdo. En la actualidad, debemos tomar la ofensiva en la forma, censurando como irrazonables (violatorias del Acuerdo) esta manifestación y sus peticiones; pero, en los hechos, debemos disponernos a hacer concesiones y prepararnos para emprender la ofensiva (poner en ejecución el Acuerdo) en el futuro, cuando las condiciones estén maduras.
   
Esperamos que reflexionen sobre esto y nos comuniquen por telegrama sus opiniones.
   
* Instrucciones internas del Partido redactadas por el camarada Mao Tsetung en nombre del CC del PCCh y dirigidas al Buró del Suroeste y a la Comisión de Trabajo del PCCh en el Tíbet y, por extensión, al Buró del Noroeste y al Subburó de Sinchiang.
From Marx
to Mao |
Apuntes sobre |
pág. 78
[1]
Se refiere al Acuerdo entre el Gobierno Popular Central y el Gobierno Local del Tíbet sobre las Disposiciones para la Liberación Pacífica del Tíbet, firmado el 23 de mayo de 1951.
[pág. 76]
[2]
Título de los dos más altos funcionarios administrativos por debajo de Dalai. En ese entonces eran Lukhangwa y Lozang Tashi, reaccionarios propietarios de siervos.
[pág. 76]
From Marx to Mao |